Hablar “desde”
ciertas regiones del espíritu es norma generalizada hoy día para tratar de ser
más creíbles y convincentes. Ya no se habla con más o menos rigor, con más o
menos humildad, con más o menos dolor, etc., sino, incontestablemente, desde el rigor, desde la humildad, desde el
dolor, etc. A tal fin, las facultades del alma, entendimiento, voluntad y
memoria, elevadas a categoría de
absolutos, han devenido en parajes virtuales a los que el manifestante se
traslada para, poseído y transmutado por el espíritu del lugar, dirigirse al
interlocutor armado de toda autoridad y razón.
Si alguien osa
decir que habla “desde” la poesía, en lugar de manifestar que habla de poesía,
o con sentido y voluntad poética, tendremos que aceptar, pues, que todo cuanto
sale de su boquita es pura poesía. Cuando oigo decir a los políticos, en raptos
de sinceridad escenográfica, sobre todo
en estos momentos de corrupción galopante, que hablan “desde” la transparencia,
me causa cierta gracia al imaginarlos en público con todas sus íntimas vergüenzas
al aire.
Resultan
chocantes, por evocadores de reminiscencias de clandestinidad, los
encabezamientos de los comunicados de los partidos políticos, especialmente si
pertenecen a la oposición y son de carácter reivindicativo, cuando se
formulan, que es casi siempre, “desde” tal o cual agrupación en particular, en
vez de emitirse sencillamente en nombre del mismo, pues parece que asumiesen que se encuentran en una trinchera desde la
que lanzar todo tipo de propuestas como quien lanza
cargas de profundidad.
Salvo por
razones de localización geográfica o temporal, el lugar desde donde se realiza
una locución nada importa por ajeno a la esencia del discurso. La importancia
de lo qué se habla, al margen el relieve del manifestante, reside,
fundamentalmente, en lo qué se dice y,
en menor medida, en cómo y bajo qué
circunstancias.
Carece, pues,
de lógica la recurrencia itinerante al
travestismo emocional y cualitativo de hablar
“desde” ilocalizables dimensiones del alma, o “desde” lugares virtuales del espíritu.
Entiendo que lo adecuado es hablar con
la propiedad que cabe y con la que uno es capaz en cada caso.
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