viernes, 26 de febrero de 2016

Política municipal de gestos


 

Hay momentos en los plenos de Tuy que, por la abundancia creciente de asuntos cuyo contenido rebasa el ámbito municipal y el nacional, se tiene la sensación de estar asistiendo a una sesión de la ONU. No sé si la dimensión de la problemática  municipal les queda pequeña o es que el “trending topic” de Facebook: si estás de acuerdo con la independencia del pueblo saharaui, comparte; si estás en contra de los  circos con animales, comparte, se apoderó de algunos corporativos. Por la frecuencia con que el alcalde consulta Facebook, y por el número de comunicados intrascendentes y de veces que comparte nimiedades, no le basta la página oficial del Ayuntamiento en dicho medio, diríase que es un adicto a esta popular red social. No sería objetable esta deriva internacional y digital si los problemas locales estuviesen atendidos, pero después de ocho  meses de gobierno, elementos céntricos deteriorados permanecen sin ser reparados,  p.e. el del palco de la música,  las filtraciones del estanque de los caballos, la colocación de una barandilla en la escalera de la C/ Obispo Lago, etc., siguen como la Puerta de Alcalá, mirando pasar el tiempo. Se justifica la concejala de Patrimonio  que el retraso se debe a la “vorágine” (¿?). Tampoco hay noticias de avances en  la peatonalización del casco histórico, prácticamente ultimado por el anterior gobierno, y en la aprobación del PECH.

En lo relativo al “tinte machista” que el grupo de gobierno  cree ver en la designación de la reina de las fiestas, dicha concejala no supo precisar dónde reside la componente machista, y se refugió en la subjetividad personal como mujer, diciendo que lo veía vejatorio. Como si su inexplicada apreciación  fuese extrapolable y pudiese imponerse a la sociedad. Sobre la reina florero que habita el palacio de la zarzuela, figura referente de inmenso influjo en la desigualdad de sexos, nada que decir. Toda la pólvora se quema en salvas. En cuanto a anacronismos, por antigüedad, lo es, y con mucho, la figura del pregonero, pero pervive porque no deja de ser un elemento protocolario, como la reina de las fiestas, que da lustre y solemnidad. El principal problema del BNG es que, apartado de la protesta sistemática,  medio natural en el que ha vivido siempre desde su nacimiento, no sabe desenvolverse.

Machista es el proteccionismo que se ha dispensado a las actrices lectoras del testamento del entierro del bacalao, a las que, por cierto, se les abonaron, “por su caché”, 900,00 euros (el salario de un mes de muchísimos trabajadores), en cuanto que el gobierno municipal censuró el abucheo del respetable. No está bien que a las chicas, pobrecitas indefensas, aunque sean actrices y por profesión estén expuestas a ello, se les someta a esas insoportables tensiones. Qué fácil es gobernar tirando de chequera.

Del puritanismo, la susceptibilidad a flor de piel, y democracia de cartón piedra, es digna representante la superconcejala de hacienda y urbanismo, muy trabajadora, por cierto, e imponente por el tono de prepotencia que siempre acompaña su discurso. No tuvo reparos en contradecirse repetidamente: al tiempo que se declaraba defensora de la libertad de expresión, censuraba, apoyándose en el personal e intransferible sentido del decoro y las buenas maneras, las alusiones jocosas del testamento “apócrifo” a su persona como representante pública. Se nota que no ven “El Intermedio” de Wyoming. Dicho testamento también fue censurado en la red social Facebook, siendo eliminado de dicho medio, en gesto feo del alcalde, que borra de su muro los comentarios que no le gustan.

Es cierto, y deseable, que en este grupo de gobierno predominan las personas con título universitario, pero los títulos solo no bastan. Lo sabido no es de sabios, y en este gobierno municipal  se está echando en falta sabiduría.

 

                                   José Antonio Quiroga Quiroga

 

lunes, 22 de febrero de 2016

La Reina de las fiestas

La legión política de sabuesos rastreadores de la herejía machista está llevando a la hoguera a la reina de las fiestas. Guiados por la vista, que no por el olfato, el pelotón tudense ha apreciado “tintes” machistas en la simbólica figura que inaugura las fiestas patronales  en honor a San Telmo, condenándola al destierro. Curiosamente, la misma fiebre anti machismo llevó a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colao, a destronar a Carnestoltes, rey del carnaval, para coronar a la reina Belluga. Dos ópticas contrapuestas en la apreciación de manifestaciones machistas. Pero, ¿cuál de las dos acciones contribuye más a la creación de imágenes de poder femenino?


Al fundamentalismo, del tipo que sea,  le basta el más leve indicio, la más ligera sospecha de agravio para dictar sentencia. ¿La supresión de la reina de las fiestas en Tuy es acaso consecuencia del estudio concienzudo de la rica complejidad inherente a todo elemento simbólico, o se debe solamente al precipitado e irreflexivo deseo de proyectar una imagen de cambio? Por cierto, acción ésta innecesaria por cuanto que se enmarca en el apartado de gestos que en nada contribuyen a mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía.
Veamos que hay debajo del aparente tinte machista, del supuesto premio de consolación a la mujer relegada en una sociedad gobernada por hombres, explorando el cuerpo orgánico de  figura de la reina de las fiestas. Remitiéndonos a la antigüedad, encontramos en la mitología griega, a modo de antecedente, a las tres Gracias: Talía, Eufrósine y Aglae, diosas de los eventos sociales, fiestas y banquetes. Más tarde, en Roma, Las Floralias, o juegos “ludi” en honor a la diosa Flora. Para no perdernos en largos viajes en el tiempo, vayamos a la fecha aproximada de aparición de la reina de las fiestas que, al parecer, tuvo lugar en 1909 en San Antonio (Tejas), y estaba  relacionada, por una parte, con la percepción americana de la realeza inglesa y de la aristocracia europea, y por otra, con la   afirmación de la identidad de la  élite y los linajes familiares del lugar, al tiempo que servía para delimitar la jerarquía social existente (en Tui ha habido etapas que son ejemplo de esto último). La aparición en Estados Unidos de los concursos de “misses” de la belleza contaminó de sexismo durante cierto tiempo las bases que rigieron la  elección de la reinas de fiesta, y que, con razón, la creciente sensibilidad feminista se encargó de denunciar. Sin embargo, el avance democrático desterró tanto la componente social clasista (hoy cualquier chica es candidata a esta corona) como la sexista. Por lo demás, ¿qué incidencia tendría esta irrelevante conquista frente a la omnipresente y perdurable publicidad  comercial que utiliza atractivas mujeres como reclamo sexual para vender objetos?, dando a entender que, al hombre que compre tal o cual coche, tuneado con un bombón,  le lloverán chicas como la del anuncio, arrastradas por el rebufo de tan maravilloso automóvil. La verdadera y efectiva batalla hay que librarla en el campo laboral y político,  no en el virtual de lo simbólico-representativo. Y todavía menos si lo simbólico concierne a lo festivo.
Entiendo que hoy día la reina de las fiestas encarna a la oficiante laica, cuya misión es la de  presidir la ceremonia que saluda e inaugura el comienzo de la celebración pagana, contrapunto de la religiosa en honor de la santidad local. El protocolo de coronación de la reina de las fiestas, como la lectura del pregón (al que, con más motivo, podría calificarse de anacrónico) son actos que además de aportar solemnidad, vistosidad  y realce (por cierto, muy empobrecidos últimamente), ayudan a dotar de contenido a todo festejo.
Para mayor claridad de la ausencia de machismo en la  figura de la reina de las fiestas, situémonos en una sociedad avanzada en la que la tensión debida al desequilibrio de fuerzas y poderes entre sexos ha desaparecido, y con ello los ardores machistas y feministas: ¿Habría lugar para las figuras de reina o rey de las fiestas  y, en caso afirmativo, se producirían los debates que se generan al respecto hoy día?
 La misma clase de ardores que ha traído esa peste  empalagosa que se instaló mayormente en el lenguaje de los políticos, del que es exponente máximo el exlehendakari Ibarretxe: vecinos y vecinas, ciudadanos y ciudadanas, todos y todas, sabuesos y sabuesas, etc., que lejos de contemplar el cuerpo social como un todo integrado, actúa con efectos segregadores: los chicos con los chicos, las chicas con las chicas.
La pregunta que traslado al ejecutivo municipal es la siguiente: ¿Hay realmente necesidad de meterse en este jardín?


                              José Antonio Quiroga Quiroga

viernes, 19 de febrero de 2016

Desenterrar el Entierro del Bacalao


Después de haber hablado con los  gestores municipales del entierro del bacalao del carnaval tudense, he comprobado que los comentarios que había recogido de algunos particulares involucrados en el  mismo tenían más carga de sal de la que envolvió el controvertido proceso. Procede, por mi parte, a determinadas precisiones, sin perjuicio de que añada algunas reflexiones.
No es exactamente cierto, tal y como digo en el escrito, “Enterrar el entierro del Bacalao” que el testamento “original” elaborado por el habitual y único equipo en este menester, encabezado por José Manuel Caballero, haya sido rechazado de forma expresa como consecuencia de censura. Ni tampoco que la comitiva tradicional se haya plegado al dictado de la responsable de la delegación de cultura. Digo que no es exactamente cierto porque, si bien  no ha habido rechazo expreso, entiendo que lo ha habido de manera indirecta o, dicho en términos más de actualidad, de manera diferida. Deliberadamente se apartó de la escena a quienes, a su manera, dieron cuerpo y convirtieron en tradición la lectura del testamento del entierro del bacalao tras veinticinco años de representaciones. Refuerza la hipótesis de apartamiento la opinión vertida, impropia de un representante público, en respetable desacuerdo con la puesta en escena y el contenido de los testamentos, que tal comitiva no es más que una panda de borrachos. Estoy seguro de que a diario y cuando elaboran el testamento no están borrachos, y que achisparse durante el carnaval es bastante común en un festejo de estas características. Y, para bien del espectáculo, casi ritual obligado para muchos humoristas, entre ellos, Tip y Coll,   el colocarse antes de subir al escenario. Tampoco es  exacto lo relativo al plegamiento del grupo, ya que el testamento, como de costumbre, se había redactado, y el portavoz, megáfono en mano, trató de subir al palco para leerlo, pero desistió ante la presencia de dos colaboradores del festejo que flanqueaban la estrecha escalerilla de acceso que, precisamente, no estaban allí para darle la bienvenida.


Si bien el Ayuntamiento estableció reglas para la celebración del entierro del bacalao, no es menos cierto que no se aplicaban; se dejaba que las cosas fluyeran de natural, lo cual redundaba en beneficio de la salud, la autenticidad del espectáculo y de la libertad de expresión. Y que, a falta de otras iniciativas, se daba por hecho la participación libre del grupo habitual. Cuando la política, que todo lo quiere controlar para que se note su mano, administra la cultura, sobre todo la popular, el resultado es un sucedáneo lastimosamente edulcorado. ¿Qué crítica política mordaz cabe esperar de un testamento por encargo y pagado,  asignado a personas foráneas que desconocen las intrigas y pormenores de la política local, y a las que se les invita a satirizar lo que ocurre en otros ayuntamientos porque “al entierro del bacalao de Tuy acude mucha gente de afuera”?  El resultado es bien conocido por todos.
Debo decir que, como muestra de agradecimiento por contribuir a dar contenido a la fiesta, el Ayuntamiento solía invitar al grupo del entierro a una cena. Que tampoco es lo deseable en cuanto que tal familiaridad coarta en alguna medida la libertad de redacción del testamento.
A la vista de los hechos, y si se mantiene la línea emprendida, cabría realizar una especie de biblia bufa compuesta por los libros, el Antiguo testamento, inclemente y corrosivo, cuyo ciclo parece haber concluido, y el Nuevo, incierto y en curso, totalmente “light” por considerado con sus inspiradores.


Considero, pues, que en las manifestaciones festivas populares el Ayuntamiento no debe tener más intervención que la de regular el orden público y en dotarlas de medios que posibiliten y potencien su realización.  Al margen de que sería enriquecedor dar participación, a modo de competición, a todos los grupos que deseen aportar su particular sentido del humor.


                          José Antonio Quiroga Quiroga

miércoles, 17 de febrero de 2016

Enterrar el "Entierro del Bacalao"


 

Ya hubo un tempranero asomo intervencionista del gobierno municipal de Tui, abortado a tiempo por C 21, con ocasión de la aprobación de la Ordenanza de Ornato Público y Limpieza Viaria.  Se pretendía exigir autorización  previa para abonar un campo, como si tal labor conllevase un riesgo para el medio o la población semejante al de la quema de rastrojos. No me imagino a cada propietario de parcela agrícola desplazándose hasta el Ayuntamiento para presentar la solicitud  en el Registro, y luego aguardar por la respuesta postal para poder proceder al abonado. Ni tampoco a Protección Civil en la  misión imposible de vigilancia de las innumerables y distantes “leiras” cultivables. Se trata del error típico del novato/a que estrena autoridad, pasado de revoluciones en el fervor regulativo,  que  ve a la ciudadanía desde la distante y distorsionada óptica del gendarme público, bajo la cual todos somos potenciales infractores.  Solo a quien  desconoce la vida rural, y es decir mucho en un ayuntamiento constituido mayoritariamente por parroquias, se le puede ocurrir semejante medida.

No me ocuparía en traer esta anécdota si no se hubiese producido otro brote de autoritarismo. Grave, esta vez, porque afecta a la libertad de expresión: la desaprobación y rechazo del testamento del “Entierro del bacalao”. Porque, al parecer, como corresponde por tradición a su esencia, era festivamente crítico con los cargos municipales. El testamento original fue, pues, reemplazado por otro elaborado sobre la marcha sobre  municipio distinto y distante, que causó desencanto en  una audiencia que rápidamente desapareció de la escena. No era esperable de un gobierno con cartel mayoritariamente progresista (y, por supuesto, democrático) que echase mano de la censura para ahogar la inocua alegría  popular del carnaval festejando al Momo (dios griego de la burla y el sarcasmo), y vaciar de contenido la celebración. Tampoco  era esperable el sometimiento de la comitiva a las directrices municipales.

Cabe preguntar qué  autoridad y legitimidad facultaron a las autoridades municipales para entrometerse en un acto de iniciativa enteramente particular. Quizá, porque consideran que en Tuy no hay más bacalao que el que corta el Ayuntamiento. O, quién sabe si, a mayores, por  haber cedido el palco de la música como púlpito de privilegio les correspondía ejercer tan perverso derecho. Vistos los acontecimientos y la línea democrática emprendida, habrá que importar, en versión modesta, el “Speakers´ Corner” del Hyde Park londinense, para que cualquiera, aunque sea subido a un cajón, pueda expresar públicamente lo que estime oportuno.

 

                            José Antonio Quiroga Quiroga