En un mano a
mano entre Almudena Grandes e Iñaki Gabilondo, de un minuto por intervención (“Grandes
en un minuto”, vídeos del País), pregunta, en segundo turno, el periodista:
“¿para qué serviremos los hombres dentro de unos treinta años?, la escritora,
que confesó no poder saber para que servirán, sí dijo que le gustaría que
sirviesen para construir una sociedad igualitaria codo con codo con las
mujeres: para dejar atrás todas las costumbres sobre las que se ha construido
una sociedad injusta, la violencia de género, la discriminación, los prejuicios sobre el talento y capacidad de
las mujeres, y cosas tan nimias como mirar a una mujer al volante y decir, ¡mujer
tenías que ser!
Sin duda alcanzar
la igualdad de géneros es necesario y perentorio (apremio que no debería estar
reñido con cierto sosiego durante el trayecto, pues la aprobación de leyes
específicas no garantiza que la población al día siguiente las ponga en práctica),
pero que la conocida novelista y columnista no fuese capaz de atisbar o de
aventurase, siquiera a título de ficción (que es su género literario), a vaticinar alguna utilidad distinta de las mencionadas, no puede por
menos que generar cierto desasosiego en los varones al imaginar que alcanzado
dicho objetivo pasarían a ser perfectamente prescindibles. Salvo para realizar los
trabajos duros y peligrosos que castigan y deterioran los cuerpos sin tregua ni
piedad, y que, en ocasiones, acaban criando malvas antes de tiempo.
Reto (podemos hacerlo) y Desquite (corte de mangas), del feminismo. |
Existen
corrientes de opinión, un tanto sui géneris, que achacan a la confrontación entre sexos por
la igualdad, básicamente entre los convencionales mayoritarios, femenino y
masculino, el creciente número y variedad de
orientaciones sexuales: lesbianas, gays, bisexuales, transexuales,
intersexuales, queer, pansexuales, asexuales, autosexuales, antrosexuales, demisexuales, etc., bien como respuesta de la
naturaleza, bien como recurso social (moda o tendencia) al deseo de eludir la
agresividad y la problemática asociada
al conflicto, o de acabar con él, a través del difuminado de los rasgos más
característicos que definen a los prototipos clásicos femenino y masculino, que, aunque
parezca una paradoja, conduce a la igualdad
vía indiferenciación.
Bienvenida,
pues, la igualdad. Preferiblemente una igualdad exhaustiva, que abarque todos los campos de
intervención humana, sin concesión a las discriminaciones de género positiva y eximente.
José Antonio
Quiroga Quiroga