lunes, 27 de enero de 2014

Bendito tráfico de influencias


           


 


San Benito sorteó hábilmente el aprieto moral en que se vio cuando un carretero, que estaba tratando de reparar su carro al costado del camino, le pidió ayuda divina, contestándole: yo rogaré a Dios, pero tu entretanto da con el mazo (origen del refrán popular, un tanto descreído, “a Dios rogando y con el mazo dando”; la versión inglesa, más pragmática e irónica, reza así: “ God helps those who help themselves”, es decir,“Dios ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos”.
           La súplica del carretero responde a la “educación” religiosa, en su vertiente inocente e inocua que, lejos de primar el esfuerzo, fomenta la búsqueda de soluciones fáciles y  atajos  frente a dificultades o necesidades a través de plegarias al cielo. A este respecto, permítanme que intercale, como ejemplo ilustrativo de instrucción en absoluto edificante, además de asimilación reduccionista del concepto de Dios  hasta extremos bochornosamente  domésticos, la anécdota vivida durante mí internado en el colegio Marista de Orense. En una ocasión que estábamos preparando en la sala de estudio los exámenes finales del último curso de bachillerato, el prefecto de la orden marianista, encargado de guardar el orden  en la misma, se dirigió a los que allí estábamos en estos términos: “chiquitos (todos  somos chiquitos, no importa la edad,  o inmaduros intelectualmente  a criterio de las religiones, pues no en vano no enseñan a razonar sino a creer ciegamente), si tenéis problemas con alguna asignatura, no dudéis en pedirle a la virgen María para que aprobéis,  pues Ella, como mujer, sabe cómo interceder ante el Señor.       
           Pero esta doctrina,  enormemente seductora, a pesar de su candorosa irracionalidad, y eficacísimo resorte de poder, contempla las ayudas divinas  al margen del principio de igualdad, mérito y capacidad, y de los  perjuicios derivados que causan a propios y terceros al institucionalizar, por extensión, la cultura del padrino o escuela del enchufismo. Y si se considera justo y recomendable, que quienes carecen de la preparación necesaria para aprobar unas oposiciones, conseguir un determinado empleo, acceder a una contrata, o a cualquier tipo de prebenda, recaben el favor  de la constelación de  santos/as y vírgenes, aunque todas sean una misma, cada cual titular de una especialidad remediadora, lógicamente debe considerarse igualmente correcto o justo, que quienes no creen en la discriminatoria acción benefactora de las altas instancias, pero que lo simulan en los actos públicos, echen mano de la amplia fauna de caciques,  “conseguidores” y  logreros de cualquier pelaje y condición.
            Con tales patrones de conducta, con tan altas referencias morales  sería de hipócritas escandalizarse de que España sea una inmensa ciénaga de corrupción, un apestoso caldo revuelto de nepotismos, sobornos, dádivas, cohechos, prevaricaciones, estafas y manipulación de la justicia.
             Nuestros representantes públicos, que no son carreteros ni almas cándidas, sobre todo en un estado laico, si fueran honestos y coherentes y respetasen la constitución, deberían abstenerse de oficiar y presidir   rituales más propios de tribus que de civilizaciones democráticas, en los que gobernantes, en solemne reconocimiento de su incapacidad,  encomiendan el gobierno a sus respectivos patrones (¡Ay de aquella entidad, pueblo o territorio que no tenga patrón/na que le proteja!).
             Resulta patético a la vez que  jocoso imaginar las zancadillas y codazos que deben propinarse en el cielo las instancias sagradas objeto de ofrendas por los clubes de futbol para ganar liga o no descender de categoría, en su afán y pugna por interceder ante Dios y cumplir con sus protegidos.
             Cabe argumentar en contrario que, ante la desesperación humana está justificado, y solo en ese caso, ofrecer algún tipo de esperanza que sirva de consuelo, sin embargo,  sin por ello dejar de comprender y  respetar a quienes se agarran  incluso a un clavo ardiendo, me remito al sentir del escritor lisboeta Lobo Antunes,  aspirante al nobel de literatura, de cuando estaba convaleciente de dos cánceres en la planta de  oncología de un hospital del estado,   maravillado por la dignidad de aristócratas y el coraje con la que la gente pobre sobrellevaba la enfermedad. “Nunca les oí una queja, a nadie rogar, o pedir sálvame. No tenían miedo”.



                        José Antonio Quiroga Quiroga



  NOTA: ¿Cabe alguna esperanza a los partidos laicos de la oposición de alcanzar el gobierno municipal de Tuy estando huérfanos de toda ayuda y asesoramiento celestial?


viernes, 10 de enero de 2014

Porque yo lo valgo


                                      

En política es habitual que la mediocridad de un piernas como el alcalde de Tuy, Moisés Rodríguez, se retribuya de manera  desmedida y obscena. Este chato indocumentado, que carece de palabras, que no tiene palabra, y que, por caprichoso designio de la providencia, ni siquiera le socorre la voz: raro registro silbante entre el de jilguero falsete y el de castrati malogrado, que capitanea el  coro mudo del grupo de gobierno, se embolsa mensualmente 6.437,50 euros provenientes del exprimido sudor de los contribuyentes.

Este incapaz, que no ha podido acabar los estudios medios de diplomatura en empresariales, que, ebrio de gozo cual ratón encima de un queso, desparrama  triunfalismo al frente de la empresa municipal, sobresale por su querencia natural  por la política social de escaparate, en la que basa sus esperanzas de reelección: llevar tartas de cumpleaños a las personas centenarias del municipio, confortar espíritus yendo a todos los entierros, excepto a los de miembros de familias que políticamente le caen  mal,  porque es rencoroso, y posar constantemente para la prensa, para exhibir ufano, como si de hazañas se tratase, cotidianas eventualidades tales como, personal contratado  o la compra de un vehículo. Incapaz, sí,  pero sansón de su hacienda particular, que levanta a final de mes del erario público, sin mayor esfuerzo físico ni resentimiento de conciencia, 1.071.109,87 de las antiguas pesetas.
 

Cierto que esta elevada suma responde a dos actividades: la de alcalde en régimen de dedicación “exclusiva”, y  la de  de diputado provincial. Pero cierto también que para desempeñar la segunda tiene que faltar a su puesto de trabajo en el Ayuntamiento, ausencia a mayores de la abandonada delegación de urbanismo que está causando graves problemas a los solicitantes de licencias, que acaban interponiendo demanda judicial por daños y perjuicios; y que todo esto sucede en un país de recortes salariales y de pensiones, y colmado de desempleados. Obviamente, al pequeño regidor local no le afecta la ley de incompatibilidades de altos cargos, pero sí la de incompetencia de alta carga para la ciudadanía.

He aquí el hombre (ecce homo), el alma cándida, siempre en perfecto estado de revista para comulgar impremeditadamente, cuya puritana moral le permite trampear dos trabajos sin remordimiento ni escrúpulo, y así cobrar dos sueldos; y cuya falta de categoría le llevó a permanecer en la sala de plenos, lejos de ausentarse, y a votar en su favor, cuando debía abstenerse, en el punto del orden del día que  planteaba la compatibilidad de ambos cometidos con la renuncia a la dedicación exclusiva y acogimiento a la modalidad de media dedicación. Además, no es solo cuestión de ausencia de ética sino de falta de legalidad en cuanto que ha vulnerado la ley 30/1992 de 26 de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, artículo 28. Abstención: "Las autoridades y el personal de servicio de las Administraciones se abstendrán de intervenir en el procedimiento cuando tengan interés personal en el asunto de que se trate o en otro en cuya resolución pudiera influir la de aquél;..." He aquí el hombre (ecce homo) desnudo de argumentos a merced de la malvada  oposición que lo crucifica  en los plenos, porque lo único brillante que sale su cabeza son los reflejos de luz de su lustrosa y despejada frente. Pero Moisés ni siquiera suda,  supera victorioso el calvario  agarrándose a las tablas de la ley de la democracia numérica: tantos votos, tantas razones.

A primera vista resulta incomprensible que alguien con  alias  de estornudo, Chesssss,  pueda tener un sueldo de quitar el hipo,  6.437,50 euros, y coche oficial para uso propio, pero como estamos  saliendo de la crisis, palabra de Rajoy,  y prueba ejemplarizante de ello es nuestro Moisés, referente máximo municipal en ingresos por rentas del trabajo, debemos reconocer el impagable beneficio del estímulo que su envidiable prosperidad económica genera, potenciado por la singular particularidad de encarnar la metáfora de conductor bíblico, sobre todo para el pueblo sabio devoto, que alienta sobremanera a seguir la estela  de quien ya disfruta a chorros de la luz al final del túnel. Lástima de su falta de carisma ¡Mecachesssss!


Nota: Sí, sí, no diga, ches, diga yes,yes.

 
                        José Antonio Quiroga Quiroga