El nuevo edificio de los juzgados de Tuy cumplirá su función con la toga
puesta, advirtiendo de que tras los muros de esa caja oscura se administra el
peso de la ley.
El color negro de la toga judicial, el de los dolientes (toga pulla) en
la antigua Roma, reviste las fachadas del que será nuevo Palacio de la Justicia
en esta vieja capital del antiguo reino de Galicia. Así, cuando la imperativa
citación judicial golpee la puerta de un ciudadano, al instante emergerá en su
cerebro la imagen imponente, solemne y severa
del inmueble, con el poder magnético de un agujero negro que tira de la
voluntad rebelde del citado que interiormente se resiste a la llamada de la
Ley, acompañada de un escalofrío húmedo que
estremecerá su cuerpo.
Nada más traspasar el umbral del santuario del código, el
atribulado compareciente percibirá la grave energía de alto voltaje encerrada entre sus paredes, que atenaza el
diafragma y entrecorta la respiración, al tiempo que notará cómo la elevada humedad ambiental acumulada de innumerables sudores fríos anteriores al suyo, baña, a modo
de bautismo del lugar, su aterida y temblorosa piel La inmersión anímica
que embarga de congoja al visitante, se apodera al instante del espíritu de quien teme lo
peor, disponiéndolo para recibir, cuando
llegue, la confirmación del fallo
judicial.
Fachadas inacabadas de los juzgados de Tui
Tramo de fachada inacabada a la Plaza de Galicia
El simbolismo cromático del edificio, intencionado o no, de innegable
elegancia fúnebre, remite a equivalentes y tenebrosos contextos jesuíticos e
inquisitoriales de otro tiempo. Es sabido que el color negro de la toga
judicial se debe al luto histórico adoptado y mantenido por la magistratura inglesa
por la muerte de la reina María II de Inglaterra (1694), que luego se extendió
a otros países como expresión de respeto y sobriedad en el tratamiento de los
litigios; pero la seriedad y la rectitud en este caso no tienen por qué ser
sinónimo ni anticipo de adusta severidad justiciera.
El “traje de autoridad" de los magistrados romanos era la toga
praetexta, blanca con raya púrpura en el borde. Si el color blanco está
asociado a la idea de luz, pureza, e inocencia que se presume a todo reo, y el negro a muerte, violencia,
misterio y elegancia (aspecto formal irrelevante
en este caso), ¿por qué razón se
mantiene el pesimismo del color negro que
remite a culpabilidad anticipada en la atmósfera judicial, si en los tribunales se dirimen luces y
sombras, si se imparten sentencias absolutorias a la vez que condenatorias a las respectivas
partes, si se obtienen tantos éxitos como reveses, e igual número de alegrías que de disgustos?
¿Qué empuja, pues, a la institución judicial a imponer esa lúgubre
simbología ceremonial de mal presagio, que propicia miedo escénico y desánimo
en los encausados, y qué impide que no se ofrezcan escenarios,
si no distendidos, menos aprensivos abandonando la evocación rancia de la toga enlutada por atuendo neutro más grato al espíritu?
José Antonio Quiroga Quiroga