No es verdad
que en Tuy llueve diferente, como reza
el popular título del libro de Pedro
Díaz Álvarez. En lo social como en lo político, en Tuy llueve como de costumbre.
Como corresponde a su inalterable identidad pétrea, inmune y ajena a los vientos frescos de
frontera. El hecho diferencial reside en el distinto compás con que el tiempo
pasa en esta ciudad-pueblo. Diría que es lo único que se detiene en Tuy. Todo
lo demás es mero tránsito.
Cuando Tuy
disponía de su particular “torreiro” (superficie de tierra situada en lugar más
o menos despoblado), es decir, el Campo de la Feria, el formato rural de fiesta
patronal, que, en muchos aspectos, continua repitiéndose sin solución de continuidad, tenía sentido y éxito destacado en comparación con las del entorno. Hoy día, en ausencia de un recinto ferial, el
modelo de fiesta “torreiro" no es tolerable, por insufrible, en un recinto
urbano. A la fiesta se va voluntariamente. No se impone por megafonía a la práctica
totalidad de la población, sana o enferma, con música ruidosa en exceso durante todo el
día y parte de la noche (la misma de siempre que luego, de manera redundante,
interpretan las orquestas), salpicada con el machaqueo cargante e impropio de
las cuñas publicitarias como si se tratase de una feria.
La
construcción del nuevo centro de salud, que
imposibilitó la utilización del lugar habitual de instalación de las
atracciones mecánicas por incompatibilidad con la actividad sanitaria, algo que
no podía pillar por sorpresa al gobierno municipal, que, sin embargo, para desconsuelo de los
pequeños, gestionó a destiempo la frustrada alternativa de ubicación, evidencia
que la fiesta de San Telmo tiene que orientarse hacia un formato urbano compatible
con la vida residencial, en el cual deben predominar, entre otras, además de las
ofertas gastronómicas (ausentes en esta edición, como también la Feria Agrícola)
y los eventos culturales de interior (cine, teatro), actividades de calle que sustituyan a las
referidas atracciones, tales como títeres, magos, guiñoles, cuenta cuentos,
etc. En el apartado musical sería conveniente sustituir las trasnochadas
orquestas verbeneras por conjuntos folclóricos, conciertos y grupos musicales, más en sintonía con los gustos del
momento. Y por descontado, la sostenida e insoportable barahúnda sonora ambiental de la invasiva megafonía, que alcanza a todos y a todas partes (la
fiesta no va por barrios, es total), y que en ciertos momentos, para mayor aturdimiento,
se solapa con la música en directo de las orquestas, debe erradicarse de una
vez y para siempre.
En cuanto al
apartado último de celebraciones, en coherencia con el orden protocolario de
secuencia de actos, tal y como exige la deferencia y honra debida al patrón de la
ciudad, con eterna vocación de pueblo, las fiestas deberían finalizar, sin más
verbena añadida perturbadora del ya necesario descanso, con el solemne broche de la procesión y la tirada de fuegos
de artificio.
José Antonio
Quiroga Quiroga