Bajo las fórmulas juro y prometo, y un protocolo aconfesional, libre de referencias religiosas, los concejales electos aguardaban para prestar juramento (conviene aclarar que la pretendida como engañosa afirmación de laicismo otorgada a la promesa carece de fundamento, ya que que la palabra jurar proviene de las voces latinas jurídicas, que no eclesiásticas, “ius, iuris”). Sin embargo, paradójicamente, los representantes del BNG, defensores del laicismo, al ser llamados desfilaron portando en sus manos el símbolo de su credo: la biblia nacionalista-independentista y un clavel; y, “por imperativo legal”, prometieron cumplir las obligaciones del cargo con lealtad al rey y obediencia a la Constitución. “La aceptación parcial, condicionada o con restricción mental anula el consentimiento y, por tanto, no da derecho al acta del cargo que corresponda”. Pero hoy día se transige con casi todo, lo cual socava la respetabilidad de las instituciones.
Candidata del BNG en el momento de prestar juramentoMucho menos aceptable, incluso invalidante, es un juramento condicionado seguido de un manifiesto ideológico, como el proferido por el representante del BNG, componente senior de la mesa de edad, hombre aquejado de minusvalía sintáctica congénita, que chapotea descoordinadamente en el pantano del lenguaje, al decir, con sonrisa bobalicona de satisfacción por la hombrada: “en Galiza non temos rey”. Exabrupto, además de falso y totalitarista, propio de quien, con absoluta falta de respeto a la solemnidad del acto, se atreve a pronunciarse por boca del pueblo gallego; insolencia que le valió el aplauso de algunos presentes.
Por estas y otras circunstancias, fue una ceremonia deslucida, carente de solemnidad, y mal rematada: el alcalde ungido, sin asomo de emotividad en su rostro, no tuvo la complacencia cortés de pasarle la palabra a los portavoces de los grupos políticos para que tuviesen la oportunidad de felicitarle por el éxito alcanzado.
José Antonio Quiroga Quiroga