Al
jactancioso desinhibido alcalde de Vigo, Abel Caballero, le colmaría de dicha,
si no estuviese invariablemente empapado de ella cual bizcocho borracho de
licor, que el exastronauta Pedro Duque, actual ministro de Ciencia, Innovación
y Universidades, le certificase que los nueve millones de bombillas Led que
iluminarán el firmamento navideño de la ciudad olívica pondrán a Vigo en el
mapa planetario de nuestro sistema solar. De ser como imagina el Obi-Wuan
Kenobi local, habría nacido la primera estrella Led del universo (!!!mi ma¡¡¡), aunque, seguramente, su resplandor no será suficiente para atraer
visitantes del espacio exterior; ni tampoco para que se fleten expediciones interplanetarias capitaneadas por altos emisarios a modo de reyes magos galácticos (todo se andará),
pero al menos el deslumbrante fulgor no dejará ver el agujero negro del Marisquiño.
Abel Caballero, alcalde de Vigo
La Navidad es,
fundamentalmente, tiempo de concordia, pero para el triunfante Abel Caballero,
portaestandarte del orgullo de la ciudad, de la “afouteza viguesa”, empeñado en
hacer creer al mundo, y, sobre todo, a su electorado, que “en iluminación, y en tantas y tantas cosas, somos los mejores
del mundo”, lo es de provocación y desafío competitivo, en lo banal, claro.
Tiempo y ocasión para generar no se sabe
qué envidias: “que se preparen los alcaldes de Londres, Nueva York, Tokio…, bueno,
Madrid y Barcelona se nos quedan allá, pequeñitos”.
De haber
conocido Felipe González la vena populista sandunguera de showman de Abel
Caballero, sin duda le habría nombrado, con mejores resultados, ministro de
Cultura del Entretenimiento, en lugar de adjudicarle la cartera de Transportes,
aunque bien mirado, quizá el presidente del Gobierno ya estaba al tanto de que era un tipo con mucha
marcha.
José Antonio
Quiroga Quiroga