Es comentario
recurrente que el ayuntamiento de Tuy tiene más de un alcalde. También se dice lo contrario, aunque viene a
ser lo mismo, que tiene uno solo, pero que no es el elegido. Incluso que, atendiendo a determinados campos, tiene tres.
No debe ser
fácil dirigir y articular un gobierno compuesto por cuatro partidos que, en
mayor o menor medida, funcionan como reinos de taifas. Y de manera más diferenciada cuánto más próximas estén las elecciones. Pero se torna especialmente
complicado cuando un Tiranosaurus Rex de
la política forma parte del grupo. Si de ordinario se necesita mucha mano
izquierda, en casos difíciles, como el apuntado, además de desapego al sillón, es
fundamental tener firmeza de carácter y condiciones de líder, características que el alcalde oficial,
de espalda vencida, parece carecer.
La
gobernabilidad no estaría supeditada a caprichos personales, chantajes velados e intereses partidarios de cada formación si se hubiese aprobado un programa de consenso
cuando se negociaba la alcaldía y el grupo de gobierno. Pero no ha sido así. He
asistido a una de las reuniones de partidos previa al acuerdo final y en ella la discusión giraba solo y exclusivamente en torno al tira y afloja de reparto de concejalías. Lo mismo que se le ha criticado a Podemos sobre su
exigencia de carteras ministeriales, si bien este partido iba con el programa
por delante.
Tal es el
entreguismo del titular de la alcaldía, que ha delegado la presidencia de las
comisiones informativas, de la que él es presidente natural, en el primer teniente
de alcalde. Quizá éste se lo haya exigido para cobrar las remuneraciones
correspondientes, que el regidor no
puede por tener salario asignado. O también para que el señor Cabaleiro pueda
entregarse a su ocupación favorita: al vicio solitario de fisgonear y cultivar populismo del más barato en la red social Facebook. Lo malo es que el primer teniente de alcalde, persona de cuarto
de sonrisa esquinada e ironía burlona,
es pésimo interlocutor para negociar propuestas con la oposición. Y lo peor,
que el “regidor” no tendrá más referencia
de las reuniones con los partidos que la que el referido presidente en funciones tenga a bien transmitirle.
Tras el
desencanto con los políticos nativos, la llegada a la alcaldía de un político de importación, proveniente del Ayuntamiento de Salceda, especie de West Point de la política municipal, despertó el optimismo
de no pocos tudenses, pero a los diez meses en el cargo se descubrió, para desencanto general, que la Academia salcedense había alumbrado un hombrecillo medroso, emboscado en su cara de palo y parquedad en palabras
José Antonio Quiroga
Quiroga