La
información es poder, y la desinformación oportunidad de colonización.
Como caras contrapuestas
de la moneda electoral, la euforia de la victoria lleva al vencedor a declarar
que el pueblo es sabio, y la frustración de la derrota conduce a los perdedores
a quejarse de que es ignorante.
Decepcionado por el resultado de las
autonómicas, un diputado de izquierdas cometió el error de tachar al pueblo
gallego de ignorante. En descargo de lo dicho por el ilustre diputado, creo que
donde se dice ignorancia debemos leer desinformación. Torpeza política aparte, no
albergo ninguna duda ni reparo en considerar que en materia política el pueblo
gallego, como cualquier otro pueblo del
solar patrio, es más ignorante que sabio. Y que la desinformación es mayor en
el medio rural que en el urbano, y especialmente alta en el rural gallego debida
fundamentalmente a la dispersión edificatoria y consecuente aislamiento. Porque
en este extenso territorio apenas se leen periódicos, excepto los domingos, cuando unos pocos acuden a la tienda o al bar
del barrio a echarle un vistazo a los “santos”, mayormente deportivos.
Las masas sociales
desinformadas son conservadoras por principio de prudencia, y se mueven por actos de fe, ya
que no pueden hacerlo racionalmente. Fe que depositan en los líderes locales como
personas de confianza. A este respecto, el reino de taifas que define el rural
gallego, es ejemplo paradigmático por su tradicional estructura de patriarcas
con ascendiente sobre el vecindario: el pedáneo, actualmente en horas bajas, el
cacique y el párroco, situado en lo más alto de la escala jerárquica. El cura
de la parroquia ejerce de guía espiritual y de pastor
en prácticamente todos los campos sociales. Y por supuesto, en el
político, pues la Iglesia considera que los partidos son también instrumentos
para la salvación espiritual, aunque solo uno, el elegido, que representa a la
derecha, el PP, sirve y legisla a tal
fin. Si el partido por el que hacen votos es corrupto (el que esté libre de
pecado que tire la primera piedra), se reza por su regeneración y, por caridad
cristiana, se le perdonan los pecados.
A nadie puede
sorprender que, tras la Transición, la hegemonía de la derecha en Galicia se
mantenga firme como una roca sin fisuras desde 1978. Como tampoco que cuanto
más rural es una provincia, Lugo y Orense lo son comparadas con Coruña y
Pontevedra (boinas y birretes), más respaldo electoral obtiene la derecha monolítica.
José Antonio Quiroga
Quiroga