miércoles, 17 de febrero de 2016

Enterrar el "Entierro del Bacalao"


 

Ya hubo un tempranero asomo intervencionista del gobierno municipal de Tui, abortado a tiempo por C 21, con ocasión de la aprobación de la Ordenanza de Ornato Público y Limpieza Viaria.  Se pretendía exigir autorización  previa para abonar un campo, como si tal labor conllevase un riesgo para el medio o la población semejante al de la quema de rastrojos. No me imagino a cada propietario de parcela agrícola desplazándose hasta el Ayuntamiento para presentar la solicitud  en el Registro, y luego aguardar por la respuesta postal para poder proceder al abonado. Ni tampoco a Protección Civil en la  misión imposible de vigilancia de las innumerables y distantes “leiras” cultivables. Se trata del error típico del novato/a que estrena autoridad, pasado de revoluciones en el fervor regulativo,  que  ve a la ciudadanía desde la distante y distorsionada óptica del gendarme público, bajo la cual todos somos potenciales infractores.  Solo a quien  desconoce la vida rural, y es decir mucho en un ayuntamiento constituido mayoritariamente por parroquias, se le puede ocurrir semejante medida.

No me ocuparía en traer esta anécdota si no se hubiese producido otro brote de autoritarismo. Grave, esta vez, porque afecta a la libertad de expresión: la desaprobación y rechazo del testamento del “Entierro del bacalao”. Porque, al parecer, como corresponde por tradición a su esencia, era festivamente crítico con los cargos municipales. El testamento original fue, pues, reemplazado por otro elaborado sobre la marcha sobre  municipio distinto y distante, que causó desencanto en  una audiencia que rápidamente desapareció de la escena. No era esperable de un gobierno con cartel mayoritariamente progresista (y, por supuesto, democrático) que echase mano de la censura para ahogar la inocua alegría  popular del carnaval festejando al Momo (dios griego de la burla y el sarcasmo), y vaciar de contenido la celebración. Tampoco  era esperable el sometimiento de la comitiva a las directrices municipales.

Cabe preguntar qué  autoridad y legitimidad facultaron a las autoridades municipales para entrometerse en un acto de iniciativa enteramente particular. Quizá, porque consideran que en Tuy no hay más bacalao que el que corta el Ayuntamiento. O, quién sabe si, a mayores, por  haber cedido el palco de la música como púlpito de privilegio les correspondía ejercer tan perverso derecho. Vistos los acontecimientos y la línea democrática emprendida, habrá que importar, en versión modesta, el “Speakers´ Corner” del Hyde Park londinense, para que cualquiera, aunque sea subido a un cajón, pueda expresar públicamente lo que estime oportuno.

 

                            José Antonio Quiroga Quiroga

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