De Espartaco
a Jesús de Nazaret, de Emmeline Pankhurst (sufragista) a Simone de Beauvoir
(feminista), todos los defensores de derechos han sido crucificados, materialmente
o metafóricamente, por el Sistema y/o por los propios defendidos. Es sabido
que, históricamente, la incultura y la pobreza atentaron en todo tiempo contra
sí mismas.
A la socióloga
Carolina Bescansa, sin mérito para incluirla en la categoría de redentora, le
han llovido palos de todos lados por haber llevado a su bebé a la sesión
constitutiva del Congreso de los Diputados. La presidente de la Federación de
Mujeres Progresistas, celosa porque el gesto reivindicativo de la señora
Bescansa ha tenido más visibilidad y repercusión mediática que su trabajo al
frente de la Federación, ha reaccionado diciendo que con ello la diputada de
Podemos “lanza un mensaje “contraproducente, muy poco afortunado, que hace
mucho daño, pues no se trata de apostar por la conciliación sino por la
corresponsabilidad en el cuidado de los hijos. Hay otras formas, y no hace
falta hacerse fotos de esa manera”. ¡Ay,
las fotos! Pasa por alto, esta ilustre
señora, que se trata de un bebé lactante, al que un hombre no puede darle la
teta.
Al señor Rubalcaba,
en su artículo al efecto, “Reivindicación del matiz”, le produce muchos reparos
el que, incluso en causas nobles, se
utilice a menores (no vaya a ser que con este acto la señora Bescansa maleduque
a su bebé en la reivindicación); y le parece confuso el mensaje de quien tiene
en el Congreso una escuela infantil a su disposición (es notorio que ella sí
dispone de escuela infantil y canguro, pero no la mayoría de madres). A
mayores, el exdiputado advierte del peligro de generalizar esta práctica
de introducir en el hemiciclo a un representante de cada uno de los colectivos
que luchan por resolver problemas
sociales. Con este patrón comparativo,
sutilmente malicioso, el señor Rubalcaba
toma al bebé de Bescansa por representante de la noble causa de la
conciliación de la vida familiar y laboral de las madres. Tampoco tiene solidez
argumental otorgar carta de naturaleza a un gesto realizado en la sesión de
toma del acta de diputados con el fin de proyectarlo en la normalidad funcional
parlamentaria. Y a su homólogo, Patxi López, por el mismo interés partidario
que animó a pronunciarse al señor Rubalcaba, no le ha gustado la anécdota de la
diputada de Podemos, y ha lamentado que “una opción personal se convierta en
categoría general”. Lo absurdo de esta manifestación radica en censurar lo que tiene de virtud un sencillo
acto individual, reivindicativo o no: el haber alcanzado dimensión general.
Otros comentarios
reaccionarios aparecidos en Facebook, no merecerían mayor consideración dada su
inconsistencia salvo por numerosos y repetitivos. Muchos de ellos juzgan
incompatible y desvergonzado, incluso una impostura el gesto de Carolina Bescansa
por el hecho de ser miembro de familia acaudalada. Generalmente, las punta de
lanza de los avances sociales no son personas del común, sino aquellas que gozan de
posiciones de privilegio tanto en el plano intelectual como en el económico. El
mérito radica en que no padeciendo los problemas de la mayoría deciden luchar
por un ideal. No es imaginable, ni esperable, por ejemplo, que una humilde provinciana
abanderase el destape y fuese la primera
en atreverse a ponerse un bikini. Tampoco faltan los disparatados, como el que
acusa a la diputada de “haber abusado de su hijo por haberlo llevado a un lugar
nocivo para su bienestar”. ¿Qué diría al respecto de lugares confortables para
el bebé si lo subiese a un autobús, como se ven obligadas a hacerlo muchas madres a diario?
Carolina
Bescansa, con seguridad conocedora de la sentencia de Marshall Mcluhan, teórico
de la comunicación, “El medio es el
mensaje”, que condensa la poderosa influencia
sensorial de los medios tecnológicos y los ambientes en cuanto constitutivos de
procesos activos invisibles, no ha dejado escapar la oportunidad de encontrase
en el lugar adecuado y en el momento oportuno para lanzar un sutil y eficaz mensaje
sobre la problemática de conciliar trabajo y maternidad.
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