Hay episodios plenarios que revelan vasallaje de gran
parte de la oposición a la mayoría absoluta del Gobierno municipal de Tuy. Los obsequiosos
elogios que, en el pleno ordinario de 28/05/2020, le dedicaron algunos portavoces al alcalde por haberlos convocado para que la Corporación
afrontase la crisis causada por la Covid-19 son prueba de la pleitesía rendida
por quienes reverencian el poder. Nada parece
empañar el encantamiento. Ni el que, en ausencia de los presupuestos para el
presente ejercicio, se hayan ya aprobado más de un millón de euros de gasto con cargo al
remanente de tesorería, pese a que es deber tenerlos aprobados el 31 de
diciembre del año anterior, ni tampoco la respuesta prepotente del regidor a la queja timorata de que a estas alturas del año todavía no se hayan traído para su aprobación: “el gobierno traerá los presupuestos cuando
entienda que tiene que traerlos”. ¿Qué razones
financieras pueden empujarlo a disponer
de tal instrumento si su mayoría le permite echar mano del remanente de tesorería cada vez que sea
necesario, al margen de la oposición y de los informes contrarios de
intervención? Una particular muestra de esta reverencial cortesía profesada hacia
el regidor, tiene lugar cada vez que determinado portavoz se dirige a él con el
término impropio de excelentísimo (quizá considera que es un alcalde excelente),
cuando protocolariamente le corresponde el
de ilustrísimo.
El anuncio de renuncia como corporativo (“por circunstancias de la vida”)
del concejal Diz Guedes, responsable, y
padrino único, de los calamitosos contubernios políticos habidos en el PP
local, que sumieron a Tuy en el escándalo y
estancamiento durante 25 años; de
la desatención de su municipio durante los doce años en que fue conselleiro; y
de haber pasado por encima de la normativa urbanística y de Patrimonio como
socio-promotor inmobiliario, burlándose al mismo tiempo de los contribuyentes
respetuosos y cumplidores de la legalidad vigente; y que, como corporativo,
durante el año de mandato municipal no
tuvo más papel que el de entusiasta comparsa del equipo de gobierno (no hay
constancia de que hubiese presentado siquiera una moción), cautivó al referido
portavoz, admirador confeso de la “dialéctica” (en realidad, retórica hueca de
adorno) del insigne político, hasta el
punto de que, por identificación empática, manifestó
sentirse tentado a seguir sus pasos y dimitir también.
Se despidió el dimisionario elogiando
la infrecuente buena educación de esta Corporación. Imagino que con la intención
de alentar la blandura y docilidad opositora. En todo caso, dicha corrección cívica no
cabe hacerla extensiva al equipo de gobierno, al menos a sus veteranas primeras
figuras, pues ha quedado demostrado que, de tenerla, no la utilizaron cuando se
vieron relevados de sus cargos ejecutivos; y no por un “golpe de estado”, sino por la democrática suma de
fuerzas representativas.
Solo partiendo de la sumisión esperanzada
pueden explicarse los elogios al alcalde. No los merece, aunque solo
fuese por equitativa reciprocidad: basta recordar que bajo la “égida”
(protección) del alcalde Padín, término utilizado por el referido portavoz,
aficionado al léxico grandilocuente, y con ocasión del siniestro de Paramos, situación
bastante más compleja y apremiante que la causada por la Covid-19, el referido
mandatario, lejos de recibir alabanzas por la gestión, encajó severas
críticas por parte de la oposición de
entonces, hoy Gobierno.
Sepan estos amables cantores (cantor laudatio) del normal y lógico proceder del presidente de la Corporación, que no por ello van a gozar
de mayor consideración y paternal afecto que consuele su marginalidad.
José
Antonio Quiroga Quiroga
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