Este empresario ejemplar, que debería ser orgullo de todos los españoles,
es, para demasiados, vergüenza nacional. Se le
acusa frívolamente de explotación infantil y de pagar menos impuestos de lo que
fiscalmente corresponde; de beneficiarse de un gravamen tributario bajo, del
orden del 5% del importe de los ingresos netos. Con cada donación que realiza
Inditex: escuelas infantiles, geriátricos, maquinaria de vanguardia de
radiación del cáncer, becas, Cáritas, etcétera, por un total de 570 millones de
euros, rebrotan y se recrudecen las críticas.
El último y reciente reproche provino del vicepresidente segundo del
llamado gobierno frankestein: Pablo Iglesias, y de afines ideológicamente, por
haber habilitado varios hoteles como hospitales de campaña, donar 300.000
mascarillas (su hija ha donado un millón) y poner su poderosa logística al servicio de la lucha contra el coronavirus
Material sanitario donado por Inditex para atajar el cornavirus
Nave de Inditex con material sanitario
Para juzgar con cierto conocimiento de causa acerca de estas dos
acusaciones que permanentemente esgrimen quienes denigran a Inditex, es oportuno saber,
siguiendo el orden de aparición, que a
esta multinacional le abastecen, aproximadamente, 700 empresas ubicadas en
China e India; y que cada una
de ellas subcontrata determinadas tareas, por término medio, a otras siete, en
las cuales la explotación laboral es práctica corriente en esos países. Inditex, conocedora de esta problemática,
que empaña su imagen, ha emprendido, desde, al menos, 2007, inspecciones
laborales por sorpresa para combatir esta práctica generalizada, con un coste
medio de 900 euros por empresa fiscalizada, pero que la picaresca consigue
esquivarlas con cierto éxito; y que Inditex, que nunca sostuvo conflicto judicial
alguno con Hacienda, contribuye al IRPF con arreglo al tipo de gravamen resultante
de aplicar las deducciones y bonificaciones fiscales que disfruta toda empresa
en concepto de incentivo a la generación de empleo y riqueza. Dichos incentivos son de aplicación sobre las
cantidades invertidas en mejora de instalaciones, maquinaria,
incluso a la localización
geoestratégica, para, entre otros fines,
tratar de garantizar la robustez, la competitividad empresarial y, consecuentemente,
el mantenimiento del empleo.
No cabe achacar la precariedad sanitaria en respiradores, mascarillas y
batas, dramáticamente evidenciada con
ocasión de la crisis del coronavirus, a los millones, supuestamente no librados
a las arcas públicas por Amancio Ortega, que sus críticos le acusan de
escamotear, pues nada garantiza, y la política sanitaria lo confirma, que tales
cantidades se destinasen a socorrer la sanidad nacional, y, en concreto, a
crear un “stock” preventivo de dicho material básico con que poder hacer frente
a posibles epidemias. Lo cierto es que, en situaciones de emergencia, en las
que fallan las instituciones públicas, afortunadamente empresas como Inditex, y no sus detractores, colaboran
de manera altruista poniendo su
capacidad de producción y logística al servicio de la salud de todos.
La casuística motivacional de las
acusaciones de que es objeto el máximo exponente empresarial nacional, se encuentra condensada en el proverbio japonés: “el clavo que sobresale se las verá con el martillo”. Y con la hoz.
José
Antonio Quiroga Quiroga
José Antonio, estoy de acuerdo con tus apreciaciones y también con el proverbio japonés.
ResponderEliminarUn saludo.