La crisis económica
es un lobo implacable que se está ensañando con la abatida masa de parados que
caen como moscas. Pero las instituciones que nos pastorean: políticas,
religiosas y de la información, guardan silencio de muerte.
En el partido
judicial de Tuy, que comprende los ayuntamientos de Tomiño, El Rosal, La
Guardia y Oia, las estadísticas de suicidios, registradas en el juzgado nº 3 de
dicha ciudad, desde que se consolidó la crisis en España, arrojan la escalofriante
cifra media de dos a la semana; y superior registro en cuanto a separaciones
matrimoniales. El mayor índice por edad se centra en la horquilla comprendida entre cuarenta y cinco y cincuenta y siete años. Hace poco, un señor de Badajoz se precipitó a tierra desde la
vía del tren del viejo puente internacional que une Tuy con Valença do Minho.
Pero la prensa provincial ha callado la trágica noticia siguiendo las
instrucciones dadas por el Gobierno de la nación sobre esta casuística. Al personal que trabaja en los juzgados le está prohibido también ofrecer información sobre este dramático particular.
No quiero
imaginar el fúnebre resultado de
extrapolar a toda Galicia la aterradora media de suicidios en el Baixo Miño, y mucho menos el
correspondiente al territorio nacional. No me anima a ello siquiera las
triunfalistas declaraciones del señor Feijoo, presidente de la Xunta, que
afirman que la economía de la comunidad autónoma gallega es la más solvente de
España.
Desde siempre,
las instituciones, tan condescendientes en ocasiones desde su elevado estatus,
mayormente las religiosas, no importa el credo, jamás le han reconocido al
pueblo mayoría de edad para ser partícipe de la verdad. La trascendencia de su
balsámica misión de procurar bienestar a las gentes les legitima para, bajo su
superior criterio, ocultar o disfrazar todo aquello que a la frágil e infantil
alma popular podría causarle traumas de insospechado perjuicio social. Sin
embargo, nuestra falta de madurez intelectual y emocional, necesitada de tutela
vitalicia cuales niños, no nos redime ni exime de la prosaica responsabilidad
de trabajar todos los días y de
apechugar con las sanciones y penas administrativas que permanentemente nos
amenazan.
Me alarmé al
oírle decir al ministro de Hacienda, señor Montoro, que en esta travesía de la
crisis ya se ve luz al final del túnel, pues pensé que se trataba de esa luz
que dicen que se ve cuando se está en el trance de morir.
José
Antonio Quiroga Quiroga
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