¡Me estás faltando al
respeto! replicó, incómodo y a modo de advertencia, un destacado miembro de la
Cofradía San Telmo de Tuy al ser
preguntado si, tras la reunión de urgencia que dicha cofradía había celebrado ante
la proximidad de la mancha de fuel del
Prestige a la costa de La Guardia y el
riesgo de extenderse por el río Miño, se esperaba acaso que el santo
obrase el milagro de desviar el chapapote
de su trayectoria prevista y arribase entonces a la costa portuguesa.
Es recurso muy socorrido
zanjar debates que atañen a juicios o creencias personales apelando al respeto
a las ideas propias ante la incapacidad argumental que justifique su
sostenimiento. Atendiendo a la
definición académica de respeto: “Veneración, acatamiento que se hace a uno.
Miramiento, consideración, deferencia” y a las acepciones que de ella se
derivan, fundamentalmente: reconocimiento de la autonomía y derechos del
individuo, queda claro que el respeto, donde no opera la obediencia a la superioridad
jerárquica, se debe exclusivamente a las
personas y a sus conductas, siempre que éstas no amenacen o lesionen derechos
de terceros, pero en absoluto a sus ideas y doctrinas, cualesquiera que sean, en
cuanto que son susceptibles de ser puestas en tela de juicio, razonadas y
discutidas.
Hace poco, representantes de
los trabajadores del Ayuntamiento de Tuy, reclamaron de los grupos de la oposición municipal, a través
de nota pública, respeto para el colectivo de funcionarios y contratados por
haber debatido en pleno sus condiciones laborales, y considerar que gozaban de ciertos privilegios. Si no ha habido
descalificaciones, y de la nota no se desprende que haya habido agravios, no cabe hablar de
respeto en cuanto que lo público soporta
la servidumbre de estar sometido a crítica. Sin embargo, son perfectamente
legítimos y saludables la discrepancia
de criterios y el contraste de pareceres entre las partes, trabajadores y
partidos políticos, incluso la formulación de quejas. Con la opaca invocación
al respeto ¿pretenden, acaso, los servidores públicos blindarse al análisis y
fiscalización de su actividad por parte de los representantes legales de los
contribuyentes?
“El respetable”, denominación coloquial con
que se refiere el público que acude a un espectáculo, debe su origen no
precisamente porque se haya ganado tal sobrenombre por sus juiciosas y
fundamentadas opiniones, sino simplemente
porque paga. Y al que paga por un servicio
le asiste el derecho de criticar y exigir.
La palabra respeto, concepto
convencional a la vez que subjetivo, encierra todavía resonancias graves, casi
sagradas, de cuando en origen representaba un umbral imponente cuyo traspaso
podía significar la muerte del transgresor. Y, aunque hoy día ha perdido solemnidad reverencial, la
formalidad remanente resulta código útil a personas de exacerbada cuando no
impostada dignidad para, cuando la razón no les asiste, cargarse de ella valiéndose
de la ofensa infligida por la pretendida falta de respeto.
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