La sólida
instrucción técnica y humanística de los
arquitectos no es razón de peso que les haya
permitido desenvolver su trabajo libre de gravosas y entorpecedoras tutelas
protocolarias gobernadas por el Colegio que los apadrina. Tampoco el perfil artístico-creativo
de la profesión, intrínsicamente autárquico, los ha eximido del pedestre vasallaje
de la supervisión burocrática de los proyectos, eufemísticamente llamada “visado
de calidad”, centrada en la observancia de la normativa de aplicación. La razón
del mismo radica en un paternalismo tan
trasnochado e inconsistente como la preservación de la imagen del
arquitecto. ¿Ante quién? Ante los técnicos municipales, compañeros al servicio
de las Administraciones Locales. Preservación fallida, en cuanto que dicho “visado
de calidad” es puesto en entredicho a diario por los colegas funcionarios en
segundo turno de requerimiento de subsanación de deficiencias u olvidos. El
doble escrutinio conlleva significativa pérdida de rendimiento, materializado
en la duplicidad de trámites y consecuentes rectificaciones que comportan
nuevas copias y su visado, además de dos desplazamientos a mayores a la sede
colegial, algunos de 120 km ,
ahora opcionales gracias al visado telemático. De todos estos costosos trastornos
derivados del deficiente servicio
colegial, generosamente retribuido, el Colegio, padrino de todos a efectos de
exigir las tasas correspondientes, no se hace cargo. Si la última palabra la
tienen los servicios municipales, ¿qué utilidad y fin tiene el visado colegial?
Al respecto solo puedo decir que sobre este sistema se ha desarrollado una compleja
estructura de cargos fabulosamente retribuidos al amparo de la bonanza económica
que, tras su desaparición, ha puesto contra las cuerdas de la banca rota a la propia
institución que, apremiada, descarga su problemática, incrementado el coste de los
servicios, en el sufrido colectivo de arquitectos, acostumbrados durante muchos
y duros años de aspirantes al título, a
enfrentarse y soportar pesadas cargas de
trabajo.
No son de
recibo en el siglo XXI los patronazgos, siquiera, aunque simbólico, sin
desconsiderar por ello el arraigo y fuerza de los símbolos, el muy celebrado
celestial de los arquitectos a cargo de la virgen en su huida a Egipto, y
desaparecida ante la falta de trabajo, que evidencia la esclerosis dominante y el arrastre
de rutinas arcaicas. Del Colegio solo cabe demandar información, asesoramiento,
y directrices deontológicas.
José Antonio Quiroga Quiroga
Arquitecto colegiado 820.
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