Dos discordancias de orden formal
y protocolario distorsionan el remate de las fiestas patronales de Tuy: el
despliegue de bayonetas alrededor de la imagen del patrón de los navegantes, enarboladas
por un pelotón de La Comandancia de Marina Cabo Fradera; y el ordinario y nada
solemne broche verbenero después de la procesión del santo-beato.
1ª.- No está fuera de lugar que
los marinos, como hombres del mar, aunque de carácter bélico, se acojan a la protección
de San Telmo, a mayores de que tengan a
la Virgen del Carmen por patrona, a pesar de que la intervención milagrosa del
santo-beato tenía como únicos destinatarios a los marineros pescadores y marina
mercante, en principio de la costa atlántica gallega, tras conocer el pavoroso
desamparo que padecían en sus respectivas faenas. Pero entiendo que si lo está
el que unos marinos, fuera del contexto de recogimiento místico, le escolten en
la procesión armados de fusiles rematados con desnudas e hirientes bayonetas. ¿Qué sentido y significado tiene
esta escenografía marcial? ¿Acaso el santo
necesita protección y en contraprestación entienden que deben proporcionársela con
armas? ¿Protección de qué y de quién? ¿Y hasta el punto de llegar al cuerpo a
cuerpo si fuese preciso? Si lo que pretenden es demostrar devoción basta con
que asistan uniformados a la procesión, al margen de que las instituciones
civiles estén obligadas
constitucionalmente a mostrar neutralidad confesional, si bien, en descargo de actitudes
y costumbres, los patronazgos religiosos en España, por su absoluta
implantación geográfica y arraigo merecen capítulo aparte.
2ª.- Después de más de una
semana de festejos de carácter lúdico, que incluye tres jornadas con verbena,
el lunes de San Telmo, el día grande por excelencia, debería estar dedicado
preferentemente al santo patrono en la vertiente religiosa. Si no en su
totalidad, si al menos la tarde-noche del mismo. La procesión y los fuegos de artificio, alegoría jubilosa del
fuego salvador de San Telmo, deben ser el único remate posible. El patrón de
Tuy, al igual que la máxima autoridad en todo acto solemne, debe tener la última palabra; y con ella en el
corazón marcharán los tudenses reconfortados hacia sus hogares. Concedérsela a
una orquesta ruidosa en forzadas horas de vigilia cuando se tiene que ir a trabajar a la mañana
siguiente es una vulgaridad y un disparate inadmisible desde los puntos de
vista, formal, protocolario y de sentido común. Incluso económico. Tampoco es
coherente y apropiado que por la tarde y hasta minutos antes de la procesión,
tiempo de expectación e inmersión espiritual, la barahúnda de una orquesta perturbe
la disposición anímica del inmenso gentío que acude a verla. ¿A qué clase de
baile emocional, del festivo al religioso y vuelta final al festivo, nos somete
esta obtusa e insensible programación?. El santo patrono creo que merece medio
día de dedicación del total de nueve de expansión y “troula”.
José Antonio
Quiroga Quiroga
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