A raíz del
debate generado sobre la fecha de ejecución de los arcos codales de la catedral
de Tui, el grado de intervención del rayo caído en 1974 y los terremotos de
Lisboa y el ocurrido en 1761 en la declaración de ruina de la misma, se ha
comprobado que abundan sobre estos aspectos concretos publicaciones
contradictorias de muy escaso rigor histórico que revelan la frivolidad, falta
de categoría y compromiso profesional, en lo específico, terminología técnica y
corrección literaria con que se abordan.
La acción de
trasladar determinadas anotaciones históricas a un libro o libreto, no se debe
acometer como quien descarga un camión, sea de mercancía o de noticias, sin
otra preocupación que la de amontonarlas o apilarlas con más o menos orden. Todo historiador que se precie, no puede
limitarse al cometido de simple amanuense, labor de escaso mérito y al alcance
de cualquiera que tenga paciencia, sino que debe verificar muchos aspectos,
todos los que estén al alcance de sus posibilidades, como, p.e., fiabilidad de
la fuente, coherencia del contenido del texto, contraste con los escritos de
otros autores y, cómo no, aplicar criterio. De lo contrario, a base de copiar
lo que cada cual buenamente encuentra, se corre el riesgo de difundir
inexactitudes que van tomando cuerpo de verdad a medida que con el tiempo,
otros, con semejante actitud de diletante, se apoyan en ellas, creando una
maraña contaminadora difícil de
destejer.
El análisis
del alcance de los daños causados por el rayo caído el 17 de noviembre de 1791,
y su grado de contribución en la declarada ruina de la catedral, además de la
acción de los terremotos sufridos, me ha llevado a un supuesto de
reconstrucción de los trabajos de reparación de Domingo Novás relacionado con los
arcos codales de la nave central. Está constatado que la cepa del cimborrio,
sobre la que hoy día descarga un arco codal, ha sido demolida y reconstruida
por el maestro cantero Domingo Novás, quedando únicamente sin bajar la bóveda
que sujetaba. Ante este hecho caben dos hipótesis, una, que si antes de la demolición
de la cepa descargaba en ella algún arco, necesariamente fue demolido al tiempo
que dicha cepa, luego el actual arco codal que estriba en ella ha sido
ejecutado por dicho maestro cantero; dos, si no existía arco alguno, incontestablemente
el existente hoy día se debe en exclusiva al citado maestro cantero. Esta
deducción lógica pone a prueba el rigor científico de lo recogido en algunos
escritos, de más o menos carácter histórico, que dichos arcos codales son todos
anteriores al siglo XVII, ya desacreditados debido al arco codal contemporáneo
de Pons Sorolla.
En cuanto a
los terremotos, en concreto el de Lisboa de 1775, antes de abordar la
problemática de sus efectos y, en concreto, la descripción de los daños
materiales en la estructura visible de la catedral, procede insertar algunos
párrafos del Archivo Histórico Nacional (AHN) para poder evaluar el grado de
fiabilidad de los testimonios registrados. Tras el terremoto “el rey FernandoVI
pidió noticias urgentes de todos los puntos de la península para conocer el
alcance de los daños ocurridos”. Sobre las jurisdicciones de la provincia de
Tuy, “Llama la atención que en los documentos existentes en el AHN sólo se encuentran los informes de Bayona y
Puenteareas dirigidos directamente al Consejo de Castilla por el corregidor y
el alcalde mayor de estas localidades”. “Los documentos estudiados referidos a
la antigua provincia de Tuy son en total 22 y tienen las siguientes
procedencias: AHN, 2; Archivo Histórico Diocesano de Tuy, 1; Archivo Histórico
Provincial de Pontevedra (AHPP), 19” .
El informe del abad de Oia ha sido publicado por Fernández-Valdés en 1955
aunque, por su interés, se transcribe de nuevo desde el original del AHPP; es,
con mucho el testimonio más detallado y solvente de todos los emitidos en la
provincia. El informe de Tuy sito en el AHDT ha sido amablemente proporcionado
por D. Luis Mendoza, del Observatorio Geofísico de Santiago del mismo Instituto
Geográfico Nacional y tampoco se reproduce”. Previamente al abordaje citado, conviene reflejar
también algunos datos sobre su repercusión en territorio español que permiten
configurar una cierta idea de su acción devastadora en el apartado de víctimas, a pesar de la dificultad histórica
de cuantificarlas, máxime dada la fecha. Están registradas en el AHN, 61 muertes a consecuencia de los temblores y
1214 ahogados debidos al tsunami. En cuanto a los efectos en las construcciones
podemos ver en los registros del AHN testimonios contradictorios como los que
siguen, correspondiendo el segundo a
Ávila de la Cueva: “Tuy (catedral): se sintió menear la tierra con tanta
violencia que se levantaban las piedras de las sepulturas, sacudiéndose unas
con otras las de todo el templo, y blandiéndose con impetuosa violencia las
rejas del coro y capillas y del mismo modo la del Santísimo Cristo de la
Capilla Mayor, con todas las imágenes, follajes y remates de su adorno. Se
sentían caer piedras de las bóvedas. Se meneaban con descompasada fuerza las
torres de las campanas y las demás de la iglesia y las almenas de la
Coronación”; “ Tuy (catedral): se ha mantenido en pié y sin especial daño la
fábrica de este templo. Tres almenas han caído sobre la bóveda de la nave de
San benito sin hacerle lesión alguna, no rompiendo ni el tejado ni la madera
del armazón. Se ha hecho una hendidura en la fachada de la puerta principal de
la iglesia, fácil de reparar”. Incluyo dos testimonios, también del AHN, sobre
los daños en el monasterio de Oia, tanto por ser el más detallado y fiable,
como por su cercanía, con el fin de imaginarnos el alcance del terremoto: “Oia
(monasterio); se ha desplomado y abierto la pared y bóveda del crucero de la
iglesia. Se ha abierto un arco de una capilla en que descansa la escalera
principal de la iglesia, de modo que fue preciso postearla para que no se venga a tierra. La fachada
principal que cae a la plaza de Armas del monasterio, se desplomó un palmo y
amenaza ruina en opinión de nuestros experimentados”; “Oia (monasterio):
parecía hundirse todo el edificio, desquiciándose como de facto se desquiciaron
las maderas y vigas de los claustros hasta afectar a los mismos sillares y
piedras donde tenían su asiento. La iglesia y demás bóvedas del monasterio
hacía tal sentimiento y desunión entre sí que todos consintieron en que se
venía a tierra el templo, y casa, huyendo toda la gente de ella. La torre
nuevamente construida se movía de tal manera, que les parecía imposible que
pudiera mantenerse. Los estribos que están arrimados a la frontera del
monasterio se apartaban de la pared casi una vara (0,8 m ), viéndose por entre
dicha pared y estribo otros edificios contiguos”.
Relativo a la
acción desestabilizadora en los muros del templo de los terremotos de Lisboa,
al que se suma el de 1761, al incidir en primera instancia y fundamentalmente
el movimiento ondulatorio del terreno en la cimentación, considerada de precaria
consistencia en documentos de la época, y su contribución a la ruina del
edificio, cabe argumentar lo que sigue a mayores de la violencia constatada:
Probablemente, salvo prueba documental en contrario, la estimación y relación
de daños a la vista en el edificio de la catedral a consecuencia de los
movimientos sísmicos haya sido realizada por clérigos y no por expertos. Algunos
de dichos daños son de importancia indiscutible como la hendidura en la
fachada, que aunque haya sido considerada “fácil de reparar” por un profano en
construcción como debió serlo Ávila de la Cueva, lo cual no está reñido con
importantes secuelas en la cimentación que, necesariamente así ocurre, circunstancia
perfectamente clara para un técnico en mecánica de suelos o constructor
experimentado.
Considero una
frivolidad irresponsable para quien dispone de licenciatura en historia, pero
profano en mecánica de suelos, el realizar dictámenes sobre lo que no entiende,
y con la ligereza del vuelo de una ave, pero con la visión de un topo, pasar
por encima de todo un mundo de conocimientos, laminándolos tan tranquilamente
al afirmar que los terremotos de Lisboa y el de 1761, no participaron en el proceso
de ruina de la catedral, como si, por obra y gracia del Altísimo estuviese a
salvo de toda acción destructora, excepto de los rayos, claro, quizás porque
los rayos provienen del Cielo y los temblores de tierra del Averno.
Concedo, pues,
poco valor al hecho de irrumpir, por todo argumento, con un camión volquete con
crónicas periodísticas y testimonios de aficionados a la historia, elevados a
dogmas, como Ávila de la Cueva, “militar retirado colocado de oficial en el
archivo de la catedral” tal y como lo define Filgueira Valverde, el cual
despachó 330 años de historia de la provincia de Tui en 353 páginas, bastantes de ellos en tres líneas, sí, tres, descargarlo todo,
como diciendo, agárralo como puedas, y con
el ánimo de sepultar el raciocinio. Pero suele suceder que, por tener éste vida
propia, acaba encontrando un hueco por donde salir a la luz.
José Antonio
Quiroga Quiroga
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