Vaya por adelantado que no participo en absoluto de ningún tipo de ideología
nacionalista, y menos, si cabe, de ningún sentimiento separatista, si bien, pese a que no hay ejemplo bueno (aforismo de
la casa), asumo el riesgo de valerme de uno para tratar de aportar algo de perspectiva sobre el
grave y trascendente conflicto que ha generado y genera el independentismo
catalán.
Imaginemos, en primera instancia, un matrimonio que vive en un país en el
que, debido al atraso cultural y democrático y, por tanto legislativo, no está
aprobado el divorcio. Imaginemos al patriarca, el cabeza de familia, investido
de la tradicional autoridad y capacidad de decisión que la sociedad y la ley le
otorga, que, en situación de
desavenencia conyugal continuada, negase a la esposa la solicitud de divorcio. Obviamente,
la deteriorada convivencia haría
insufrible la relación de pareja y tendría consecuencias negativas para el
resto de la familia si la hubiese.
Imaginemos, para mayor paralelismo de la relación de fuerzas o de número
de integrantes entre un país con respecto
de una región o autonomía del mismo país, que la unidad familiar del reñido matrimonio
incluye un hijo mayor de edad que vive con sus padres pero dependiente de los
mismos porque no dispone de medios suficientes para emanciparse, pero que como
parte afectada o perjudicada con la probable rotura matrimonial, dispusiese de reconocimiento y
capacidad legal para posicionarse a favor o en contra de la separación de uno
de sus progenitores. Dos votos contra uno abortarían la voluntad de marcharse
del tercero en discordia, sin que quepa solución de avenencia ni tampoco de normal
convivencia. A la parte demandante de divorcio no le queda otra salida que la
forzada de la separación unilateral, con las negativas consecuencias materiales
que conlleva.
En una unidad familiar, en principio, no son deseables rupturas, pero
tampoco el vivir en permanente desencuentro, porque no conduce a nada favorable
para ninguna de las partes.
Lo razonable y conveniente, cuando la otra parte que quiere irse tiene
suficiente peso específico en la unidad familiar, es reconsiderar los términos de
la relación o permitir que lo haga libremente si no hay acuerdo posible.
José
Antonio Quiroga Quiroga
No hay comentarios:
Publicar un comentario