1.- Acerca de
la terrorífica amenaza-castigo de la pena eterna, del inextinguible fuego del
infierno, y del llanto y crujir de dientes,
que tanto aflicción causó en la no lejana época de apocalipsis
religiosa, y que todavía sobrecoge a las almas cándidas, a pesar de que
Benedicto XVI haya dicho que ya no existe, aunque no dudo que tuviese utilidad
social en tiempos de barbarie para
frenar la misma. Así que, “queridísimos hermanos” tranquilos todos, el infierno
es una monstruosa mentira.
PENA ETERNA: En justicia, únicamente
cabe aplicar la pena eterna en correspondencia a un daño infinito. Y solo un
dios tiene poder para cometer daño
incalculable y capacidad para soportar castigo inacabable.
2.- Sobre la
recurrente apelación pública a la tranquilidad de conciencia de los imputados
como recurso exculpatorio, de evocación religiosa en cuanto que se interpreta
sobre entendidamente como la voz de dios.
LA VOZ DE LA CONCIENCIA: La conciencia
no tiene voz audible. Quienes en descargo de responsabilidades apelan a lo que
supuestamente les dice la suya, saben que ésta no puede desmentirles.
3.- Relativo a la perversa exhortación a ofrecer
sacrificios a los dioses para remedio de males y maldiciones, vigente hoy día
en mayoría de romerías, propia de hechiceros, al margen de los atavíos propios
de cada cultura, se trate de taparrabos, sotanas, o cualesquiera hábitos.
PENITENTES: Lástima de pobres gentes,
de aciaga existencia y fe ciega, que les han hecho creer que es justo y
necesario añadir más calvario a sus ya desgraciadas vidas, mortificando
penosamente su cuerpo para tratar de obtener la conmiseración de los cielos.
4.- Tocante a
la falta de dignidad y escrúpulos que ha desembocado en la galopante corrupción que nos acorrala y asuela hoy día.
DEGRADACIÓN: Si al final de nuestras
vidas todos acabaremos biológicamente degradados, por qué, entonces, degradarse
en vida.
José Antonio Quiroga Quiroga
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