Dado que el gobierno actual decidió socorrer con
un máximo de cien mil millones de euros a las entidades financieras, dinero procedente
de los tributos de todos los españoles
(veinte millones de contribuyentes) a la hacienda pública, y que no revertirá
posiblemente nunca en su beneficio en forma de
infraestructuras y servicios, considero de justicia que, a efectos de
intereses, y de desahucio, del total de la cuantía del crédito hipotecario a
cada particular, se deduzca la cantidad en préstamo, del orden de 5.000 euros, que
cada ciudadano realizó a dichas entidades a través del Tesoro Público. Al
margen de la relevancia económica que tal medida pueda tener para el hipotecado,
al menos tendría el valor de reconocimiento documental de la cuota de sacrifico,
entre otros, que el pueblo realiza en la tarea común de salir de la crisis.
A nadie se le
escapa que tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, y consecuente
depreciación de la vivienda, todos los propietarios de bienes inmuebles: parcelas,
solares y viviendas, inversores o no, son ahora más pobres. Sin embargo, las
entidades financieras, principales impulsores y responsables de dicha burbuja
por tasar dichos bienes muy por encima del máximo legal del 80% del valor real,
con el consentimiento de los gobiernos habidos, no aceptan, como propietarios
mayoritarios del parque de vivienda, las consecuencias negativas del mercado que
ellas mismas generaron con su práctica fraudulenta de sobreprecios. Y rechazan,
pues, la dación en pago, trasladando inicuamente a los hipotecados toda la
carga y responsabilidad con el agravante
de que los desahuciados son gratuitos financiadores indirectos de los
desalmados acreedores. De no violarse la ley hipotecaria de rebasar el valor máximo de tasación del 80 %, la dación en pago cubriría la depreciación que el estallido de la burbuja trajo consigo. La sentencia del Tribunal de Justicia Europeo sobre la
ley hipotecaria española es la única esperanza de que el drama de los
desahucios no alcance el nivel de tragedia nacional. Aunque una vez que se ha
permitido alcanzar tal magnitud de
especulación el problema no tiene fácil salida.
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