Hasta hace bien poco la fiesta de San Telmo de Tuy giraba invariablemente en torno a un formato típicamente parroquial: una comisión de fiestas, constituida por voluntarios al margen de la legalidad asociativa y fiscal, era la encargada de organizarla. La financiación, sin rendición de cuentas al público, se obtenía mediante el aporte principal del Ayuntamiento (mero colaborador económico), de los donativos rogados a empresas y particulares y de los ingresos por publicidad y venta de rifas. La megafonía, instalada en todo el centro urbano, funcionaba permanentemente alternando música y publicidad comercial (ferias y fiestas), inundando con molestos decibelios, tal y como sigue sucediendo hoy día, toda esta área residencial. Solo faltaban las pujas para completar el cuadro costumbrista.
Este patrón de funcionamiento precario y aventurado, basado en la confianza de que unos cuantos voluntarios se constituyesen en comisión de fiestas (en una ocasión el festejo estuvo al borde de no celebrarse porque no se constituía el grupo), no dejaba en buen lugar al ayuntamiento de Tuy, con jerarquía histórica y urbe con título de ciudad. Entendí entonces que la manera más eficaz de evidenciar esta dejación competencial municipal extravagante y ser escuchado, era exponerla en público a través de Cartas al Director. Tras varias celebraciones patronales y oportunas Cartas al Director, publicadas en la prensa provincial, el Ayuntamiento resolvió tomar las riendas de la fiesta patronal asumiendo la responsabilidad financiera, la confección del programa y su ejecución al entender que era cometido, y principal, de la concejalía de cultura.
Las sugerencias formuladas en las referidas Cartas fueron surtiendo efecto y la fiesta patronal poco a poco ha ido despojándose de algunos aspectos vulgares y molestos, pero todavía evidencia determinadas adherencias fastidiosas que remiten al “torreiro” de parroquia (lugar generalmente apartado destinado para fiestas) en que la música es el pregón acústico que las anuncia y ameniza. Por San Telmo, durante diez días de celebración, el centro urbano de Tuy es una réplica del tradicional “torreiro”, en que la música martillea inclemente durante nueve horas al día. En Tuy centro, no es posible evitar la fiesta porque la fiesta viene irremediablemente al encuentro, no puedes escaparte o abstraerte porque penetra vigorosa en los domicilios perturbando el recogimiento, los trabajos, y el descanso de enfermos y sanos, residentes y visitantes (mayormente madrugadores peregrinos que se acuestan temprano). Tampoco hay razón ni general interés en que el desarrollo de las pruebas deportivas se difunda por la omnipresente megafonía con bocinazos de estímulo competitivo que alcanzan todos los rincones.
Conforme se ha prescindido de los tradicionales cohetes y bombas de palenque que inquietan a perros y pájaros; las personas demandamos que se acabe, o, al menos, se reduzca y mitigue el insufrible y continuado machaqueo acústico que, para más inri, suele ser cansina música de percusión, sin más tregua que las tres horas centrales del día.
La megafonía es necesaria en toda fiesta, pero no se debe abusar de ella ni del volumen acústico.
Tanta alegría festiva permanente en el aire, francamente “no se pué aguantá”.
José Antonio Quiroga Quiroga
Excelente narrativa y excelente el escrito. Saludos.
ResponderEliminarCierto, uno acaba de las fiestas hasta los c...
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