martes, 20 de noviembre de 2018

Rodillo municipal

            Las mayorías encierran la indeseada y tentadora eventualidad de ser usadas para imponerse atendiendo a la mera superioridad numérica sin que importe que no les asista la razón. Cuando se da la circunstancia humillante para la racionalidad en que la lógica de los argumentos y el superior discernimiento son aplastados por el peso bruto de la cantidad de voluntades, los partidarios incondicionales del poder así ejercido se apresuran a calificar el acuerdo de democrático porque fue adoptado por una mayoría de representantes democráticamente elegidos.
            Reducir la doctrina democrática en cuanto toma de decisiones a una simple cuestión aritmética, entraña una concepción de lo más pobre cuando no perversa por interesada. Conviene, pues, diferenciar la legitimidad, esencialmente aritmética, de la democracia electoral, reservada a la voluntad, más o menos subjetiva, de la ciudadanía, de la legitimidad democrática deliberativa, asociada a la gobernanza, en la que la mayoría aritmética de los acuerdos debe responder a la idoneidad de criterio. Cuando el criterio cuantitativo prevalece sobre el cualitativo, se atenta contra el espíritu de la democracia. En la confrontación de minorías con mayor razón frente a mayorías con menor criterio, no debe decidir la mayor cantidad de votos sino la calidad de los mismos.
            En política, a las mayorías, correspondan al Gobierno o a la Oposición, ya sea por complejo de inferioridad intelectual, ya sea porque no aceptan que las minorías les corrijan el rumbo, ya sea por interés personal y/o partidario, no les gustan que les enmienden la plana y menos las derrotas plenarias, de ahí que, a falta de razones, suelan recurrir a posiciones de fuerza. 
Cilindro apisonadora de propuestas plenarias

            Cuando de verdad existe vocación de servicio público y de defensa del bien general, las mayorías, si de antemano no se dispone de ellas, por lealtad con el electorado, deberían generarse espontáneamente por la bondad y beneficio de las propuestas. De ahí que el responsabilizar a un Gobierno en exclusiva de que no se apruebe prácticamente ninguna propuesta plenaria por su inferioridad numérica como grupo Ejecutivo, o por haber renunciado a disponer de escaños suficientes pudiendo, al margen de la causa de la declinación (basada en la ética de la palabra comprometida, pues la desventaja y el riesgo que se asume no son pocos) tal y como argumenta la Oposición actual de Tuy para tratar de escabullir la parte de responsabilidad que le corresponde por su negativa sistemática e indiscriminada, que todo lo lamina, revela que ésta aplaude y participa de la democracia primitiva de la supremacía del número sobre lo razón de lo conveniente, y de la que se sirve por interés personal y partidario en lugar de municipal.
            No cabe achacar a defectos de planteamiento el que las propuestas queden por tercera y cuarta vez sobre la mesa, como es ya habitual, sino al solapamiento continuo, una vez atendidos lo primeros reparos, de invención de pegas, la mayoría estúpidas, como, p.e. que en el concurso internacional de ideas de ordenación del frente fluvial urbano, el frente a considerar debe abarcar toda la ribera municipal, desde Caldelas hasta Tomiño (Capón Rey), cuando él y sus compañeros mandaron redactar dos proyectos de senda, que por su carácter ecológico de respeto a la naturaleza implican intervención mínima; o que (José Prada), no está prevista la manera de acoplar los proyectos de senda con el frente urbano ordenado, como si se tratase de dos piezas mecánicas de precisión.
            Acostumbro a ser crítico con los desvaríos nocivos del poder por su facultad para ejecutar  acuerdos, pero si últimamente  lo soy con la Oposición se debe a que en este momento el poder decisorio, sobre todo laminador de proyectos y de bloqueo, está en sus manos.

                                                 José Antonio Quiroga Quiroga


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