Mira, quillo
(disculpa el tratamiento de confianza y pretendido tocamiento empático, sin
malaje, del lenguaje popular, que si bien desprovisto del arte y la gracia autóctona,
espero que no hiera la delicada sensibilidad de los tuyos), respeto profundamente
el voto franciscano de austeridad perpetua, si no de pobreza, que practicas y defiendes, pero tu
manera de sentir y conducirte en la vida en términos de economía doméstica no
debería convertirse en espejo en el que mirarse, no digo ya tus compañeros de
ideología, sino todos aquellos a los que
representas, pues, cuñao, para este viaje de desesperanza no hacen falta
alforjas.
Tu pinta
friki, Kichi, no sé si antisistema pero sí anticapitalista, no parece signo de
garantía que logre distanciarte claramente de determinadas manifestaciones del
pensamiento de aquellos a quienes combates, ni tampoco salvaguarda eficaz que
impida que sucumbas a la tentación populista. Pues al igual que el exministro de
Interior, Fernández Díaz, que condecoró, a título honorífico, a Nuestra Señora
María Santísima del Amor, con la medalla de oro al mérito policial (la más alta
condecoración del Cuerpo Nacional de Policía), cuyos valores son: dedicación,
desvelo, solidaridad y sacrificio (que va acompañada de pensión, que se pierde
si lo es a título honorífico), tú, hermano, accediendo a la iniciativa presentada
por el PP, también concediste, pese a las críticas y consiguiente abstención de
Ganemos Cádiz, socio de Gobierno, la medalla de oro a la Virgen del Rosario,
Patrona y Alcaldesa perpetua de Cádiz, y saltando el reglamento de distinciones
y honores que exige que se otorgue a personas físicas o jurídicas, y no a
imágenes o figuras. Diríase que el viejo
reglamento que invalidaría tal otorgamiento a la Virgen es
menos respetable que el aprobado recientemente
por vosotros que prohíbe la utilización de animales en espectáculos públicos, y que ha impedido a la Hermandad del Rocío estar en la procesión Magna Mariana porque la carreta va tirada por mulos. En
ambos casos, la aparente descortesía de la Virgen de no presentarse a la
ceremonia para recoger el galardón, o el que no haya enviado en su lugar, no a
un representante porque nadie puede representarla, sino a un servidor de entre
sus ministros en la tierra, quizá se deba a que no gusta ni necesita de
medallas ni de honores.
Dices, Kichi,
cofrade, que la medalla a la Virgen la habéis concedido “por el componente
popular”, solicitada por la orden de los Dominicos y respaldada por 6.000 firmas (cofradías,
hermandades, asociaciones vecinales, etc.), porque, si bien, apoyáis el laicismo del Estado y de sus
instituciones, habéis aprendido a mostrar respeto por los sentimientos y
tradiciones populares. Sin embargo, no
parece que sepáis diferenciar, o quizá os conviene parecer no saberlo, el respeto entendido como el no oponerse, ni entorpecer, de
palabra y obra, los oficios litúrgicos y manifestaciones públicas de los mismos (procesiones, etc.),
de los actos de exaltación y glorificación de liturgias, imágenes y símbolos religiosos
llevados a cabo por las instituciones públicas.
Disculpa,
Kichi, tío, que a lo que llamáis respeto
a las tradiciones y sentimientos en general,
aprecie yo miedo a contrariar el sentir de cualquier “componente
popular”, en su vertiente de electorado. Pero muchísimo mayor es la componente en
la que convergen los sueños y aspiraciones de toda la ciudadanía de mejorar
sustancialmente su estatus financiero y social, de ahí que es lógico presuponer
que estarás dispuesto a complacer tales respetables demandas del pueblo, aunque, de manera contradictoria, no transijas con
que tus compañeros ideológicos Pablo e Irene, que del salario de diputados solo
disponen de la cantidad equivalente al triple del salario mínimo, ya que el resto lo
entregan al partido, lleguen a ser, al cabo de treinta años, propietarios de una casa de 600.000 euros.
La precaria
trabazón del entramado escenográfico de
los postureos cara a la galería, deja inevitablemente holguras por las que,
tarde o temprano, acaban asomando las
contradicciones que surgen al enfrentarse a la vida real, y que el sentido
común se encarga de señalar. Lo fundamental, Kichi, colega, no es el parecer, sino el ser y el estar.
José Antonio
Quiroga Quiroga
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