viernes, 25 de mayo de 2018

Kichi, colega



Mira, quillo (disculpa el tratamiento de confianza y pretendido tocamiento empático, sin malaje, del lenguaje popular, que si bien desprovisto del arte y la gracia autóctona, espero que no hiera la delicada sensibilidad de los tuyos), respeto profundamente el voto franciscano de austeridad perpetua, si no de pobreza, que practicas y defiendes, pero tu manera de sentir y conducirte en la vida en términos de economía doméstica no debería convertirse en espejo en el que mirarse, no digo ya tus compañeros de ideología, sino  todos aquellos a los que representas, pues, cuñao, para este viaje de desesperanza no hacen falta alforjas.
Tu pinta friki, Kichi,  no sé si antisistema pero sí anticapitalista, no parece signo de garantía que logre distanciarte claramente de determinadas manifestaciones del pensamiento de aquellos a quienes combates, ni tampoco salvaguarda eficaz que impida que sucumbas a la tentación populista. Pues al igual que el exministro de Interior, Fernández Díaz, que condecoró, a título honorífico, a Nuestra Señora María Santísima del Amor, con la medalla de oro al mérito policial (la más alta condecoración del Cuerpo Nacional de Policía), cuyos valores son: dedicación, desvelo, solidaridad y sacrificio (que va acompañada de pensión, que se pierde si lo es a título honorífico), tú, hermano, accediendo a la iniciativa presentada por el PP, también concediste, pese a las críticas y consiguiente abstención de Ganemos Cádiz, socio de Gobierno, la medalla de oro a la Virgen del Rosario, Patrona y Alcaldesa perpetua de Cádiz, y saltando el reglamento de distinciones y honores que exige que se otorgue a personas físicas o jurídicas, y no a imágenes o figuras.  Diríase que el viejo reglamento  que  invalidaría tal otorgamiento a la Virgen es menos respetable  que el aprobado recientemente por vosotros que prohíbe la utilización de animales en espectáculos públicos, y que ha impedido a la Hermandad del Rocío estar en la procesión Magna Mariana  porque la carreta va tirada por mulos. En ambos casos, la aparente descortesía de la Virgen de no presentarse a la ceremonia para recoger el galardón, o el que no haya enviado en su lugar, no a un representante porque nadie puede representarla, sino a un servidor de entre sus ministros en la tierra, quizá se deba a que no gusta ni necesita de medallas ni de honores.
Dices, Kichi, cofrade, que la medalla a la Virgen la habéis concedido “por el componente popular”, solicitada por la orden de los Dominicos y  respaldada por 6.000 firmas (cofradías, hermandades, asociaciones vecinales, etc.), porque, si bien, apoyáis  el laicismo del Estado y de sus instituciones, habéis aprendido a mostrar respeto por los sentimientos y tradiciones populares.  Sin embargo, no parece que sepáis diferenciar, o quizá  os conviene parecer  no saberlo,  el respeto entendido como el no oponerse, ni entorpecer, de palabra y obra, los oficios litúrgicos y manifestaciones  públicas de los mismos (procesiones, etc.), de los actos de exaltación y glorificación de liturgias, imágenes y símbolos religiosos llevados a cabo por las instituciones públicas.
Disculpa, Kichi, tío, que a lo que llamáis  respeto  a las tradiciones y sentimientos en general,  aprecie yo miedo a contrariar el sentir de cualquier “componente popular”, en su vertiente de electorado. Pero muchísimo mayor es la componente en la que convergen los sueños y aspiraciones de toda la ciudadanía de mejorar sustancialmente su estatus financiero y social, de ahí que es lógico presuponer  que estarás dispuesto  a complacer tales respetables demandas del pueblo, aunque, de manera contradictoria,  no transijas con que tus compañeros ideológicos Pablo e Irene, que del salario de diputados solo disponen de la cantidad equivalente al triple del salario mínimo, ya que el resto lo entregan al partido, lleguen a ser, al cabo de treinta años,  propietarios de una casa de 600.000 euros.
La precaria trabazón del  entramado escenográfico de los postureos cara a la galería, deja inevitablemente holguras por las que, tarde o temprano, acaban  asomando las contradicciones que surgen al enfrentarse a la vida real, y que el sentido común se encarga de  señalar. Lo fundamental, Kichi, colega, no es el parecer, sino el ser y el estar.

                                    José Antonio Quiroga Quiroga    


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