jueves, 22 de marzo de 2018

Santos en paro


 


 

Como un retumbar lejano de truenos que cruza el cielo de cuando en cuando, llegan a la tierra las manifestaciones de descontento de los santos sin cometido concreto conocido. Quizá están pateando la bóveda celeste para hacerse oír, tal y como hacíamos  de niños  en el cine golpeando el suelo con los pies  cuando se iba la luz o se cortaba la cinta.  El desacuerdo insumiso de la legión de santos contemporáneos, de aquellos canonizados más recientemente (el papa Wojtyla aumentó la plantilla en mil doscientos de una tacada) que no están en los retablos de las iglesias, a los que nadie les dedica un simple rezo, que no son patronos de ningún pueblo, cofradía ni de oficio alguno, que no encuentran plazas vacantes porque, lejos de aumentar el número de poblaciones,  aldeas y villorrios van a menos, porque apenas surgen nuevas profesiones y, sobre todo, porque los santos patronos con plaza vitalicia, además de que no se jubilan en cuanto inmortales, son prácticamente  irremplazables e inamovibles pese a que cada vez son más los países que en el mundo se declaran constitucionalmente laicos, nos llega, como todos los mensajes celestiales (el Ministerio de  Comunicación es un misterio), de forma poco clara a través de enigmáticos signos que solo sus ministros parece saber interpretar.   

Los numerosos santos, de los que nadie se acuerda, aunque solo fuese ocasionalmente, como le sucede a Santa Bárbara, para implorar una cura milagrosa, mediación para aprobar las oposiciones, o favor para conseguir un puesto de trabajo, ahogados por la frustrante inactividad que les atenaza e impide derramar bendiciones sobre devoto  alguno, se remueven inconformes e inquietos en sus altares celestiales como ángeles revoltosos.

Existe, sin embargo, un ministerio el alza, el del Paro Laboral entre los mortales, que, de entre los santos desocupados, alguno sin advocación específica, bien podría apadrinar voluntariamente, ya que en la tierra todavía se está a la espera de que algún gobierno tenga la valentía de crear, y al que poder recurrir en caso de desesperación. Pero, de momento, ninguno se ha presentado, probablemente al ver que, ante la oscura perspectiva de futuro, tampoco en el cielo,  como en la tierra, el Todopoderoso  parece querer responsabilizarse del problema.

 

                             José Antonio Quiroga Quiroga