miércoles, 30 de mayo de 2018

Los fuegos de San Telmo

           La extremadamente dolorosa tragedia ocasionada por la explosión de un almacén clandestino de material pirotécnico, que tiene sobrecogida a la población tudense, ha dado lugar al afloramiento de la irracionalidad expresiva de cierta parte de su vecindad en su variado catálogo de manifestaciones: saña descarnada, frívola e irresponsable en la identificación de responsables, malignidad, intransigencia, incomprensión, etc., que revelan la catadura de quienes exteriorizan sin pudor alguno, y lo que es peor, convencidos de que, aplicando esta negativa e insana presión, contribuyen a remediar la desesperada situación con más prontitud; cuando en realidad solo añaden agobio, fatiga y desaliento a quienes desde la Administración Local (alcalde, concejales y funcionarios) y desde el ámbito particular, con denodado esfuerzo y sobrecarga de trabajo, están volcados en el auxilio de los damnificados.
            Esta es, lamentablemente, su extraña manera de ayudar. Sin embargo, resulta chocante la dureza mostrada con los que de verdad pueden ayudar y de hecho ayudan, con la benevolencia y gracias dadas al Santo Patrono del municipio por su supuesta inestimable labor de "protección".

 

           Permítanme, tan solo por un momento, que me ponga en el lugar de dichos bárbaros y adopte parecida  postura ejerciendo la irracionalidad que les es propia, al tiempo que pido disculpas por mostrarme irreverente, e invirtiendo  mirada y perspectiva con respecto a los supuestos culpables y benefactores, formulando la pregunta siguiente: ¿Cómo es posible, como se explica, Santo Patrono, que hayas permitido que explotase el almacén clandestino con material pirotécnico, si desde tiempo casi inmemorial los fuegos de artificio tirados a mayor honor y gloria Tuyos provenían de la empresa propietaria de dicho almacén?
 

                                            José Antonio Quiroga Quiroga

lunes, 28 de mayo de 2018

Pirotecnia crítica


El desastre y consiguiente tragedia causados por la explosión de un almacén ilegal de material pirotécnico en la parroquia de Paramos del municipio de Tuy,  que en primera instancia remite a las catástrofes que con sorprendente frecuencia castigan a países y zonas en vías de desarrollo,  parece guardar, en el origen y las causas, ciertas semejanzas con tales sucesos.

Si bien no es prioritario ni momento  de buscar responsables, sino de ocuparse de las ayudas a los damnificados, no está demás que, dada la virulencia  y variado cariz de pareceres y juicios, que quienes poco o nada podemos hacer para remediar la desesperada situación de los afectados, reflexionemos acerca del contexto social del entorno del lugar de la tragedia, y más en general  del marco político y religioso.

Se va sabiendo que buena parte de la vecindad era conocedora de la existencia del almacén que explotó y de los movimientos y actividad que en él se desarrollaban. Sin embargo, la confluencia de elementos como la particular interpretación del concepto de buena vecindad; que la empresa empleaba personas del barrio; y la indescifrable idiosincrasia gallega que delega ciegamente en la irracional confianza del “malo será”, han sido factores que, en cierta medida, han determinado el consentimiento tácito de la existencia de dicho almacén y el que nadie alertase a las autoridades de tal peligro.

Cabe señalar que, al margen de que los alcaldes son renuentes a que se ejecuten las sentencias de demolición de inmuebles, ya sea porque  llevarlas a término  causa un serio perjuicio a los propietarios, ya sea porque genera alarma  en quienes están urbanísticamente  en  situación de irregularidad jurídica, ya sea  porque consideran que no les favorece en términos electorales, el que ninguno de los regidores incursos en el expediente no haya ordenado derribar el taller pirotécnico, declarado urbanísticamente ilegal por no guardar el retranqueo con la parcela colindante, y clausurada de oficio la actividad en el mismo, no les hace responsables de lo ocurrido. Es muy probable que la retirada de la licencia de actividad del taller empujase al propietario  a seguir ejerciendo el trabajo clandestinamente en galpones dispersos como el del fatídico accidente.

Aunque en situaciones  graves como esta afloran sentimientos de todo tipo y pelaje, no deja de sorprender el acusado contraste  entre el aluvión de buenismo doliente de los conocedores de la tragedia, expresado a través de las condolencias de rigor con las víctimas, acompañado, por parte del conjunto de creyentes, de muestras de sentido  agradecimiento a  los poderes celestiales por haber querido que la desgracia no haya sido mayor de lo esperable, que, en el fondo,  no son más que  respetuosa formalidad de expresar  infinita indulgencia ante la inoperancia o ineficacia de dichos poderes, con la agresividad mostrada por buena parte de ellos con los políticos, con los poderes terrenales, los únicos que,  aparte de la inestimable colaboración de empresas y particulares,  pueden realmente socorrer a los damnificados.

A este respecto destaca la arenga-soflama política-religiosa de un gurú local,  que dice echar de menos el no poseer una bola de cristal, aunque nadie diría que la necesita, ya que atribuye el milagro de no haber habido más víctimas mortales y mayores daños materiales a la intercesión ante Dios del sacerdote que levantó un centro parroquial (que no se libró de sufrir daños) en las inmediaciones del almacén explosionado (se le reconoce la labor de consolación espiritual de todo pastor vocacional), al tiempo que arremete gratuitamente contra los políticos de la Xunta porque no han venido más que a poner trabas administrativas a las peticiones de ayudas, y contra el mismo Presidente de la Comunidad  por haberse desplazado al lugar con el único propósito de hacerse unas fotos y salir en televisión.

La aventurada presunción de la intercesión divina no resiste el más elemental análisis del lógico proceso de toda intercesión, ni el de la capacidad y voluntad divina  en materia de misericordiosa intervención de socorro. Cuando se intercede en favor de una causa, se da por sentado que el intercesor conoce previamente la causa por la que ruega, que en el caso que nos ocupa equivale a decir que el sacerdote aludido sabía de antemano  que en tal fecha y hora iba a ocurrir la explosión del almacén. Dejando a un lado el cómo y el quién reveló con antelación al sacerdote el desastre que se iba a producir, y el por qué, a la vista de  los previsibles resultados, no avisó a las autoridades,  es evidente que el calibre del infortunio deja en entredicho la capacidad y calidad de la supuesta intervención de dichos poderes celestiales.

No es justo ni sensato, ni en nada ayuda,  que personas adultas con cierta formación pongan frivolamente en duda la esforzada labor institucional local y comunitaria  en estos casos de emergencia humanitaria, como también la realizada en general  por los servicios administrativos  en la gestión de las ayudas a los damnificados. No es actitud responsable el exigir  una inmediatez imposible de cumplir en términos de estricta observancia de  leyes y normas de aplicación en lo relativo al libramiento de dineros públicos.

Creo advertir cierto trasfondo partidario en esta enrarecida atmósfera de  animadversión precocinada  hacia la acción política, así como cierto paralelismo entre la insana actitud  de sustraer y negar  todo esfuerzo  realizado por  políticos y funcionarios  y los actos de rapiña ejercida por desaprensivos en las casas  destruidas.

También es extrañamente sospechoso que la voluntad del grupo de Gobierno municipal de destinar un millón de euros para socorro de los infortunados, con cargo al superávit o remanente de tesorería,  a varios días de su anuncio en la web del Ayuntamiento, no haya sido todavía compartido en Facebook por dos de los partidos de la oposición, y no haya tenido eco ni acogida entre los concordantes con el manifiesto del oráculo de Tuy.

                                  José Antonio Quiroga Quiroga

 

 

 

viernes, 25 de mayo de 2018

Kichi, colega



Mira, quillo (disculpa el tratamiento de confianza y pretendido tocamiento empático, sin malaje, del lenguaje popular, que si bien desprovisto del arte y la gracia autóctona, espero que no hiera la delicada sensibilidad de los tuyos), respeto profundamente el voto franciscano de austeridad perpetua, si no de pobreza, que practicas y defiendes, pero tu manera de sentir y conducirte en la vida en términos de economía doméstica no debería convertirse en espejo en el que mirarse, no digo ya tus compañeros de ideología, sino  todos aquellos a los que representas, pues, cuñao, para este viaje de desesperanza no hacen falta alforjas.
Tu pinta friki, Kichi,  no sé si antisistema pero sí anticapitalista, no parece signo de garantía que logre distanciarte claramente de determinadas manifestaciones del pensamiento de aquellos a quienes combates, ni tampoco salvaguarda eficaz que impida que sucumbas a la tentación populista. Pues al igual que el exministro de Interior, Fernández Díaz, que condecoró, a título honorífico, a Nuestra Señora María Santísima del Amor, con la medalla de oro al mérito policial (la más alta condecoración del Cuerpo Nacional de Policía), cuyos valores son: dedicación, desvelo, solidaridad y sacrificio (que va acompañada de pensión, que se pierde si lo es a título honorífico), tú, hermano, accediendo a la iniciativa presentada por el PP, también concediste, pese a las críticas y consiguiente abstención de Ganemos Cádiz, socio de Gobierno, la medalla de oro a la Virgen del Rosario, Patrona y Alcaldesa perpetua de Cádiz, y saltando el reglamento de distinciones y honores que exige que se otorgue a personas físicas o jurídicas, y no a imágenes o figuras.  Diríase que el viejo reglamento  que  invalidaría tal otorgamiento a la Virgen es menos respetable  que el aprobado recientemente por vosotros que prohíbe la utilización de animales en espectáculos públicos, y que ha impedido a la Hermandad del Rocío estar en la procesión Magna Mariana  porque la carreta va tirada por mulos. En ambos casos, la aparente descortesía de la Virgen de no presentarse a la ceremonia para recoger el galardón, o el que no haya enviado en su lugar, no a un representante porque nadie puede representarla, sino a un servidor de entre sus ministros en la tierra, quizá se deba a que no gusta ni necesita de medallas ni de honores.
Dices, Kichi, cofrade, que la medalla a la Virgen la habéis concedido “por el componente popular”, solicitada por la orden de los Dominicos y  respaldada por 6.000 firmas (cofradías, hermandades, asociaciones vecinales, etc.), porque, si bien, apoyáis  el laicismo del Estado y de sus instituciones, habéis aprendido a mostrar respeto por los sentimientos y tradiciones populares.  Sin embargo, no parece que sepáis diferenciar, o quizá  os conviene parecer  no saberlo,  el respeto entendido como el no oponerse, ni entorpecer, de palabra y obra, los oficios litúrgicos y manifestaciones  públicas de los mismos (procesiones, etc.), de los actos de exaltación y glorificación de liturgias, imágenes y símbolos religiosos llevados a cabo por las instituciones públicas.
Disculpa, Kichi, tío, que a lo que llamáis  respeto  a las tradiciones y sentimientos en general,  aprecie yo miedo a contrariar el sentir de cualquier “componente popular”, en su vertiente de electorado. Pero muchísimo mayor es la componente en la que convergen los sueños y aspiraciones de toda la ciudadanía de mejorar sustancialmente su estatus financiero y social, de ahí que es lógico presuponer  que estarás dispuesto  a complacer tales respetables demandas del pueblo, aunque, de manera contradictoria,  no transijas con que tus compañeros ideológicos Pablo e Irene, que del salario de diputados solo disponen de la cantidad equivalente al triple del salario mínimo, ya que el resto lo entregan al partido, lleguen a ser, al cabo de treinta años,  propietarios de una casa de 600.000 euros.
La precaria trabazón del  entramado escenográfico de los postureos cara a la galería, deja inevitablemente holguras por las que, tarde o temprano, acaban  asomando las contradicciones que surgen al enfrentarse a la vida real, y que el sentido común se encarga de  señalar. Lo fundamental, Kichi, colega, no es el parecer, sino el ser y el estar.

                                    José Antonio Quiroga Quiroga    


viernes, 4 de mayo de 2018

TUY no está para venganzas


Cuando desde el público me dirigí al entonces alcalde, hoy portavoz del PSOE en la mal llamada y mal entendida Oposición, para que trasladase una pregunta a un concejal de la bancada rival, respondió que solo cabe formularlas al grupo de gobierno. Repliqué que, en todo lo fundamental, el Pleno de la Corporación es el órgano que gobierna el Ayuntamiento, y que dicho grupo gobierno lo es en cuanto cuerpo ejecutivo, es decir,  el que tiene la responsabilidad de ejecutar, o de dejar sin efecto, los acuerdos plenarios, además de corresponderle la iniciativa en la gestión, para lo cual dispone de autonomía limitada y tasada en el gasto. Se desprende, pues,  que no es de recibo ni legítimo que el público solo  pueda interpelar a los concejales del grupo de gobierno si los encuadrados en la oposición, con su voto, sobre todo si ésta dispone de mayoría, decide sobre el devenir del municipio y la vida de los residentes. 
Tampoco, en razón con la capacidad de arbitraje que tiene la oposición,  es admisible que,  en ejercicio de descarado cinismo, trate de desvincularse  de la aprobación de los  Presupuestos,  negando responsabilidad alguna en ello y trasladándola en exclusiva al equipo de gobierno, pese a que éste  aceptó la mayoría de las demandas, en particular las de más trascendencia, con pretextos  nítidamente vacuos e inconsistentes como los siguientes:
El PSOE basó su rechazo en que “son un parcheo” (sin percatarse de que llama parches a sus exigencias, y a las de los demás partidos), y  “solo hay un cumplimiento parcial de nuestras propuestas, que a estas alturas  no vale”, cual producto perecedero pasado de fecha ; el BNG: “son una serie de ocurrencias” (pero no cita ninguna); “los presupuestos no son un intercambio de cromos” (sin explicar qué entiende por cromos, y de qué intercambio se trata); Son de Tui, que exige la compra de la casa de Salomón,  que no fue aceptada  por sus compañeros cuando eran Gobierno, llama  “bajada de pantalones” a la negociación y aceptación de buena parte de las demandas.
La rabieta y el resentimiento inextinguibles de los descabalgados, que no asimilan que eran gobierno en precario expuesto a ser democraticamente reemplazado, han unido, al antes desunido cuatripartito, cual sólida piña enfurecida y ofuscada en  labor de bloquear sistemáticamente toda iniciativa del ejecutivo con el ánimo de tratar de desacreditarlo y luego destruirlo,  sin preocuparse del daño que causan al municipio, y sin percatarse de que se están apartando del comportamiento sereno y responsable  exigible a  quienes con su buen trabajo  opositan a gobernar. 
Tan es así de obstinada la labor de obstaculización, que el trascendente concurso internacional de ideas para la reordenación del tramo de frente de la ciudad con  el río Miño, desde la alameda de santo Domingo hasta el viejo puente de hierro, que cuenta con la colaboración del Colegio de Arquitectos, ha sido objeto de las más disparatadas  objeciones, que han desembocado en la devolución del mismo para posterior estudio. El representante de Son de Tui, defensor de las acostumbradas intervenciones de mero mantenimiento,  publicitadas como auténticos logros, bajo el epígrafe, “Antes y Después”,  no dudó en calificar el proyecto y al alcalde de megalómanos, al tiempo, como el resto de sus compañeros, de alertar de que con el concurso se estaba empezando la casa por el tejado (así se lo habían dicho arquitectos amigos suyos), pues antes habría que disponer del parecer de los organismos sectoriales con competencias en el ámbito de actuación: Costas, Medio Ambiente, Patrimonio, etc.  El resinoso Capón Rey, que para colmo de frivolidad malévola y cateta, había propuesto que el concurso se ofreciese a los estudiantes de la escuela de arquitectura Gallaecia, de Vilanova de Cerveira,  aprendices sin título ni infraestructura profesional y económica para afrontar el envite,  amenazó con que su postura sería invariable si la alcaldía volvía a presentar el concurso al pleno si antes no convocaba a los representantes de dichos organismos.
No solo ya se cuestionó el conocimiento y capacidad históricas del Colegio de Arquitectos en estos menesteres, anteponiendo y haciendo prevalecer la supuesta opinión de desconocidos arquitectos, sino que, absurdamente pero con inusitada vehemencia, se afirmaba que dichos organismos tenían que venir a Tuy y pronunciarse ante la sola y desnuda idea de tratar de hermosear  el tramo de río colindante con la ciudad, como si se tratase, en sí misma, de algo aberrante y, por tanto, prácticamente inaceptable,  sin disponer siquiera de un documento básico, boceto o anteproyecto, sobre el que poder  fundamentar las correcciones necesarias. Pero resulta, además,  como los dictámenes de los organismos sectoriales no los emiten los delegados provinciales, ni nadie en particular, sino la Comisión de expertos al efecto,  no tiene ningún sentido que se desplacen a Tuy las respectivas Comisiones para dictaminar sobre lo que no tiene cuerpo, forma ni apariencia. Tal ridículo, afortunadamente, no se va a producir, porque dichos organismos no se van a prestar a ello. Ingenieros y arquitectos saben que el orden de las cosas es, redactar el anteproyecto o proyecto, que  luego será enviado por la Administración en concreto a, por ejemplo,  Patrimonio, Costas, Carreteras, etc. y, a la vista de los dictámenes, subsanar lo que proceda.


Respecto del díscolo concejal entrante José Prada, que acaba de renunciar a la militancia del PP,  procede poner de relieve que se apropió del acta de concejal que obtuvo gracias al paraguas de dicho partido, pero que moralmente no le pertenece, pues desde que encabezó, infructuosamente, en abril de 2011 la lista del Partido Galeguista Demócrata ( “muchísimas personas nos animan a presentarnos por dignidad, honradez y honestidad”) no tuvo oportunidad de mejorar su imagen como político, es decir, en razón al resultado cero obtenido, se concluye que por sí mismo  no reuniría votos suficientes para ser elegido. Desobedeció al partido que lo acogió no permitiendo que corriese la lista, a sabiendas de que  no iba a ser aceptado en el Gobierno  porque estaba señalado en el pacto de limpieza. ¿Qué pretendía hacer, pues, entrando en la Corporación? Dice que hará lo que le dicte su conciencia. La conciencia, que unas veces dicta y las más solo se remueve, no es otra cosa que la estructura moral de cada particular. De momento, lo que su conciencia le ha dictado o sugerido no tiene nada de positivo para Tuy.
En cuanto al sorpresivo y desconcertante concejal en el Gobierno, Andrés Urseira, le sugiero que sea leal al compromiso adquirido, y que desempeñe con la máxima brillantez que sea capaz las delegaciones que tiene a su cargo, pues ello redundará en  beneficio propio como persona seria, fiable y capaz, y en réditos electorales cuando se presente por el partido naranja C,s.
Si Tuy no se desprende de determinados personajoides políticos, seguirá sumido en la lamentable decadencia que no cesa.

                            José Antonio Quiroga Quiroga