Tuy tiene en la persona del Alcalde, Enrique Cabaleiro, un remedo pretencioso
y embarullado del cuestionado Fernando Simón, portavoz del Gobierno en materia
de pandemia por coronavirus.
Cuando nuestro timonel es llamado por la radio municipal para ofrecer su
valoración de la situación sanitaria en el municipio, que debería ceñirse al traslado
de los datos que le proporciona el SERGAS, al respaldo de las medidas adoptadas
por la autoridad Comunitaria y al llamamiento a la observancia de las mismas, debe creer que es requerido por su docto
conocimiento en prospectiva epidemiológica, sentimiento que le anima a
aventurarse, de manera confusa y contradictoria, en pronósticos infundados y conclusiones totalmente
gratuitas, que en nada favorecen la contención de los contagios.
En el trasfondo de sus recientes declaraciones laten dos ideas: una, victimista a la vez que lisonjera, que Tuy no contagia, sino que
es víctima de ser contagiado por gentes de fuera de su territorio (somos así de
considerados, y de especiales). Dos, contradictoria, que niega que haya transmisión
vírica procedente de Valença: “no está comprobado que haya transmisión de una
zona a la otra”; “la incidencia de los contagios fiscalizados, (¿?) que
derivaron de la zona norte de Portugal o de Valença es prácticamente nula”, al
tiempo que admite que algunos casos importados tienen su origen en centros de
trabajo de esta localidad; y hace referencia a la presencia de la cepa
británica. Sabe más de transmisiones que el Instituto de Salud Carlos III, que afirma que el 41 % de los contagios se desconoce cómo ni dónde se producen. Cuando alguien dice (frívolamente, sin disponer de información científica
alguna) que algo no está comprobado, debe entenderse que a él “no le consta”, que carece de la verificación al respecto, de lo contrario diría que
está demostrado que no hay transmisión. La afirmación positiva (gratuita) tiene
la desventaja para quién se sirve de ella, de que podría verse en un aprieto si se le exige
constatación documental.
En una pandemia no tiene sentido, y menos en un mundo globalizado, el señalar
países o regiones como transmisores de infecciones, y menos el
culpabilizarlos de la propagación. El tratar de exculpar una localidad (en este
caso Valença), es precisamente la manera de aludir a su presunta culpabilidad
al poner el foco de la sospecha en ella. Con estas declaraciones, quizá pretenda
nuestro capitán-capellán, además de tratar de quedar bien con nuestros vecinos, que se levante el perimetrado de Tuy y se amplíe a la Eurociudad, de modo
que se normalicen las relaciones comerciales, pero no la sanitaria, pues, desafortunadamente,
aunque diga lo contrario, el coronavirus
es transfronterizo (palabra ésta por la que siente especial apego).
En cuestión de enfermedades contagiosas las Eurociudades se repliegan y retornan a los límites territoriales de las poblaciones constituyentes; bien está, bien está, se restablecen las fronteras pero de manera
más cortés, a diferencia de las contundentes y discriminatorias medidas adoptadas por las
autoridades portuguesas, en 1918, con ocasión de la pandemia de la mal llamada
gripe española. El sentimiento de recelo
y rechazo a los españoles como agentes transmisores de la referida enfermedad infecciosa quedó reflejado
en la canción popular surgida en la otra orilla en aquel entonces, de la cual reproduzco algunas estrofas:
Muito olho com o
microbio
Que não
venha para acá
Bem
está, bem está,
Fagam fogo a quem pretenda
O cordão atravessar
Bem está, bem está
Mas o microbio
não
virá
Ben está, Ben está
José
Antonio Quiroga Quiroga