domingo, 17 de diciembre de 2017

El aura protectora del éxito deportivo


Se han dado casos en el mundo de extrema indulgencia  con las fechorías y desafueros de los héroes deportivos. De sobra conocidos son, entre otros, los casos de O. J. Simpson y Maradona. Esa dispensa condescendiente con sus ídolos en los momentos controvertidos de sus vidas es la manera con la que  seguidores y población  representada  les reintegran el supremo favor de elevarles la autoestima al rescatarlos de la indiferenciación y adocenamiento social.

Manu Garrido es un icono local en lo deportivo, de conducta intachable en la vida ordinaria  al que se le ha escapado la lengua porque lo suyo es la pala y no las palabras. Como también se le fue al alcalde de Tuy. Uno, debido a su apasionamiento en la defensa de la práctica deportiva que le ha reportado tantos triunfos a nivel mundial, y el otro, llevado por un arrebato de responsabilidad en el gasto municipal, y de más justo reparto atendiendo a las necesidades de otros sectores más amplios de población. Ninguno de los dos ha cometido un desafuero, ni hay antecedentes de conducta que lleve a suponer que ambos tienden a cometerlos. Pero si nos atenemos a la carga de gravedad y dramatismo de los comentarios vertidos en las redes sociales por contrarios a la persona del alcalde y rivales políticos (éstos siempre los tendrá enfrente), diríase que el alcalde ha cometido un crimen, si no un sacrilegio. Tampoco la prensa ha demostrado ecuanimidad en el juicio, al haber reemplazado la frase afrentosa del campeón en su post de Facebook por otra de mera discrepancia con el ajuste económico destinado a las mejoras en la nave del club Kayak. Sin embargo, ésta ha sido fiel recogiendo el reproche impropio acerca del uso de los caudales privados del célebre piragüista.

Solo lamento, que las disculpas del alcalde no hayan sido aceptadas, aunque solo fuesen por elemental y obligada cortesía formal, gesto que redundaría a favor de la buena imagen personal, y que el ofrecimiento humilde de avenencia haya sido rechazado y contestado con una escenificación victimista.

Los ídolos, como los demás mortales, también tienen los pies de barro.

 

                                     José Antonio Quiroga Quiroga