sábado, 7 de mayo de 2016

Por una corrupción sostenible

A la sombra del producto interior bruto y de la sobreprotección jurídica la política ha alumbrado una extraordinaria camada de nuevos ricos muy ricos. Una casta depredadora que fue engordando obscenamente en las inaccesibles y confortables alturas del poder. La voracidad de la opulenta  fauna dominante, inmersa en desenfrenada orgía confiscatoria, llevó al resistente ecosistema económico al límite de lo soportable por la sufrida  clase  trabajadora, y al punto de ruptura del equilibrio social. La esperada reacción se desencadenó de manera espontánea de parte de justicieros de las capas bajas que han decidido dar caza a  esta devastadora especie  en la esperanza  puntual de frenar su avance  y  recortar su campo de acción. Y si bien raro es el día en que no  cae abatida una buena pieza, ni el escandaloso número de bajas, ni  el insolente acoso plebeyo asomando a los santuarios fiscales de la manada con patente de corso y derecho de pernada, ha conseguido que ésta se sienta amenazada. 


Sabe perfectamente que el pueblo llano, educado históricamente en la ofrenda de sacrificios  a dioses y patrones,  tiene alma de vasallo. Y que acepta como natural  el orden  establecido  de entregar dócilmente a sus  dirigentes la parte del león de las rentas de su dura brega. Y porque tradicionalmente, el pueblo sabio,  conforme con tener algo que llevar a la boca, seguirá confiando  en la clase dirigente extractiva de toda la vida, y votando a los acaudalados señoritos, porque solo ellos, expertos en el manejo de riquezas y garantía de prosperidad, podrán sacarnos de la crisis y  evitar que acabemos todos en el paro.


                            José Antonio Quiroga Quiroga

No hay comentarios:

Publicar un comentario