domingo, 24 de enero de 2016

Matar a la redentora


                                   

De Espartaco a Jesús de Nazaret, de Emmeline Pankhurst (sufragista) a Simone de Beauvoir (feminista), todos los defensores de derechos han sido crucificados, materialmente o metafóricamente, por el Sistema y/o por los propios defendidos. Es sabido que, históricamente, la incultura y la pobreza atentaron en todo tiempo contra sí mismas.

A la socióloga Carolina Bescansa, sin mérito para incluirla en la categoría de redentora, le han llovido palos de todos lados por haber llevado a su bebé a la sesión constitutiva del Congreso de los Diputados. La presidente de la Federación de Mujeres Progresistas, celosa porque el gesto reivindicativo de la señora Bescansa ha tenido más visibilidad y repercusión mediática que su trabajo al frente de la Federación, ha reaccionado diciendo que con ello la diputada de Podemos “lanza un mensaje “contraproducente, muy poco afortunado, que hace mucho daño, pues no se trata de apostar por la conciliación sino por la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos. Hay otras formas, y no hace falta hacerse fotos de esa manera”.  ¡Ay, las fotos!  Pasa por alto, esta ilustre señora, que se trata de un bebé lactante, al que un hombre no puede darle la teta.

Al señor Rubalcaba, en su artículo al efecto, “Reivindicación del matiz”, le produce muchos reparos  el que, incluso en causas nobles, se utilice a menores (no vaya a ser que con este acto la señora Bescansa maleduque a su bebé en la reivindicación); y le parece confuso el mensaje de quien tiene en el Congreso una escuela infantil a su disposición (es notorio que ella sí dispone de escuela infantil y canguro, pero no la mayoría de madres).  A  mayores, el exdiputado advierte del peligro de generalizar esta práctica de introducir en el hemiciclo a un representante de cada uno de los colectivos que luchan  por resolver problemas sociales.  Con este patrón comparativo, sutilmente malicioso, el señor Rubalcaba  toma al bebé de Bescansa por representante de la noble causa de la conciliación de la vida familiar y laboral de las madres. Tampoco tiene solidez argumental otorgar carta de naturaleza a un gesto realizado en la sesión de toma del acta de diputados con el fin de proyectarlo en la normalidad funcional parlamentaria. Y a su homólogo, Patxi López, por el mismo interés partidario que animó a pronunciarse al señor Rubalcaba, no le ha gustado la anécdota de la diputada de Podemos, y ha lamentado que “una opción personal se convierta en categoría general”. Lo absurdo de esta manifestación radica en  censurar lo que tiene de virtud un sencillo acto individual, reivindicativo o no: el haber alcanzado dimensión general.   

Otros comentarios reaccionarios aparecidos en Facebook, no merecerían mayor consideración dada su inconsistencia salvo por numerosos y repetitivos. Muchos de ellos juzgan incompatible y desvergonzado, incluso una impostura el gesto de Carolina Bescansa por el hecho de ser miembro de familia acaudalada. Generalmente, las punta de lanza de los avances sociales no son  personas del común, sino aquellas que gozan de posiciones de privilegio tanto en el plano intelectual como en el económico. El mérito radica en que no padeciendo los problemas de la mayoría deciden luchar por un ideal. No es imaginable, ni esperable, por ejemplo, que una humilde provinciana abanderase el destape  y fuese la primera en atreverse a ponerse un bikini. Tampoco faltan los disparatados, como el que acusa a la diputada de “haber abusado de su hijo por haberlo llevado a un lugar nocivo para su bienestar”. ¿Qué diría al respecto de lugares confortables para el bebé si lo subiese a un autobús, como se ven obligadas  a hacerlo muchas madres a diario?

Carolina Bescansa, con seguridad conocedora de la sentencia de Marshall Mcluhan, teórico de la comunicación,  “El medio es el mensaje”, que condensa la poderosa  influencia sensorial de los medios tecnológicos y los ambientes en cuanto constitutivos de procesos activos invisibles, no ha dejado escapar la oportunidad de encontrase en el lugar adecuado y en el momento oportuno para lanzar un sutil y eficaz mensaje sobre la problemática de conciliar trabajo y maternidad.

 
                           José Antonio Quiroga Quiroga

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