Las razones
del extraordinario eco social que ha tenido la controvertida cabalgata
de reyes madrileña hay que buscarlas más en las reacciones de los
creyentes ante el apartamiento, leve, de la tradición cristiana y en el mayoritario sentimiento de vasallaje de
la población conservadora ante la monarquía clásica que en la supuesta deconstrucción
del imaginario infantil.
Ateniéndonos
a la leyenda, a partir de la cual nació la tradición, los adoradores del mesías
no eran reyes sino magos, que en aquella
época equivalía a sabios (del latín, magi-mágui-magister), que eran, concretamente,
astrólogos. No en vano en el mundo anglosajón se denominan "the three wise men" (los tres hombres sabios).Tampoco se dice que eran tres. Ni que procedían, creencia agregada
siglos después, de los tres continentes conocidos, Europa, Asia y África. El papa
Benedicto XVI (Joseph Ratzinguer) dice que probablemente venían del extremo Occidente, de
Tartessos, zona que los historiadores sitúan entre Huelva, Cádiz y Sevilla. La
transformación de los magos visitantes en reyes, interesaba a la Iglesia como muestra
de aceptación de la religión católica como única verdadera en cuanto que majestades
representantes de los tres continentes acudieron para postrarse ante el rey de
reyes.
La
indumentaria de los reyes de la cabalgata madrileña, en absoluto desconectada
de la tradicional puesto que incluía la corona real, pero sí más festiva, se aproxima
más a la propia de un mago, capaz de hacer el prodigio de repartir regalos en
una noche a todos los niños del mundo, que a la menos sugerente de un rey, por
mucho que, a mayores, se los refiera como magos. Variante que conecta mejor con
el actualizado imaginario infantil, acostumbrado a las sorprendentes transformaciones
de los seres fabulosos de los cuentos y juegos informáticos.
Respecto del
vasallaje de la gente con poca autoestima, que gusta de verse representada en el lujo y esplendor de
los monarcas al viejo estilo, viene a mi memoria el rendido por la hambrienta población de la desaparecida
Abisinia, hoy Etiopía, hacia su emperador Haile Selassie, que en sus apariciones
públicas posaba en un trono de oro y diamantes, y adornado con manto de armiño.
De haberse mostrado más humilde, acorde
con la miseria reinante, lo habrían matado porque nunca aceptarían que su
representante ante el mundo los denigrase reflejando la miseria en la que vivían.
Toda esta
polvareda sobre “la cabalgata de Carmena” la levantaron los adultos en nombre de
los niños, aunque sin que éstos fueran consultados. La mirada infantil, libre de prejuicios,
no encuentra reparos en las novedades, ni siquiera en las surgidas por natural evolución
de las tradiciones. Su mundo mágico,
lejos de derrumbarse, permanece renovado. Incluso ampliado cuando, con la aparición
de Papá Noel y Santa Claus, se creyó que se resentiría.
A propósito de
la distinta mirada de un adulto y un niño en este asunto, viene a cuento lo
ocurrido a quienes encabezaban la reivindicación de un parque central urbano en
Tuy, en el lugar que se proyectó edificar un centro de salud. Los manifestantes,
participantes espontáneos en la cabalgata
de reyes, que lucían sendas cartas a sus majestades pidiéndoles un parque, una
de ellas portada por niños, fueron acosados
policialmente por orden municipal, y acusados de reventarla por el gendarme público para la
ocasión que conduce el programa radiofónico de la Ser para el Baixo Miño.
Ningún niño pudo identificar como subversivo o
ajeno a la cabalgata el que otros niños y adultos desfilaran al final de la
misma portando razonables cartas a los reyes magos, Solo un sector de
adultos, simpatizante del poder político
en el gobierno municipal, consideró tal participación como algo feo e
inadecuado.
José Antonio Quiroga
Quiroga
No hay comentarios:
Publicar un comentario