jueves, 7 de enero de 2016

Nuevo pero continuista


A nadie se le ocurre tachar de continuista el  presupuesto de vida llamado Año Nuevo, pese a que, básicamente, los años transcurren uno tras otro, bajo las mismas  constantes. Si bien, ritualmente, en los estrenos de año se formulan deseos de  vida nueva, la verdad es que la gente se aferra a la rutina porque íntimamente recela de los cambios; que asocia con sufrimiento por cuanto implican  aprendizaje y negación de saberes y costumbres. Tan asumidas tenemos las penalidades inherentes a todo proceso de adaptación a lo nuevo que incluso reputados literatos, víctimas del subconsciente, incurren en el error de emplear el verbo sufrir en lugar del verbo experimentar para referir cambios producidos en cosas inanimadas. Valga como ejemplo: “las temperaturas sufrieron un ascenso”. En la recopilación histórica de los innumerables avances tecnológicos que supusieron revolución en las costumbres, “La mecanización toma el mando” (Sigfried Giedión), y a propósito de la introducción en los hogares de las primeras cocinas eléctricas (una especie de sartén con paredes surcadas interiormente por resistencias), se recoge, como muestra elocuente de renuencia social frente a las innovaciones, el coincidente comentario de los primeros usuarios de que la comida  “tiene un indefinible sabor eléctrico”.  

El presupuesto de vida de toda población para un año que comienza, incluye, de manera significativa, el presupuesto municipal. El correspondiente a 2016 de Tuy ha sido tildado por la oposición de continuista en ausencia de mayor argumento. Justificación suficiente, a su parecer, para rechazarlo. Los vocablos continuista, en el ámbito político, como machista, en el social,  son términos que, misteriosamente, se han convertido en armas arrojadizas eficaces por sí mismas, que no necesitan de apuntalamiento alguno para neutralizar al oponente.

Nunca les faltará razón a quienes califiquen de continuista cualquier presupuesto municipal si se considera que el mayor monto económico corresponde a los gastos fijos necesarios para mantener activo el engranaje de todo ayuntamiento: salarios de funcionarios y personal contratado, retribuciones de los corporativos, equipos,  consumibles, etc., que se puede cifrar, sin temor a equivocación,  en más del  75% del total. Aferrarse a la parte invariable de un presupuesto, desconsiderando los aspectos más variables o nuevos, para rechazarlo, revela supuesta incapacidad interpretativa e indudable actitud obstruccionista.

Resulta chocante que a representantes de partidos conservadores, inmovilistas por manifiesta incapacidad para ser innovadores, les repugne el continuismo. Más chocante todavía que no acepten un presupuesto que, según su compartida apreciación, reproduce los elaborados por ellos mismos cuando eran gobierno. Esta cómica escena de reprobación de lo que antes defendían, se  viene repitiendo en cada pleno que se celebra. Quien no sorprende a nadie, por su devastador currículo, es Su Descaradísima Desvergüenza exalcalde Rocha, que en cada intervención  sepulta cada vez más a su naufragado delfín, además de yerno; como cuando afirma que los actuales presupuestos son un “corta y pega” de los anteriores.  

El continuismo que preocupa de verdad no es otro que la abultada herencia  de procesos judiciales abiertos, con sus  sanciones correspondientes,  y, sobremanera,  la permanente  espada de Damocles de demolición del edificio “Beira Miño”, que Su Descaradísima dejó colgada durante su mandato, pendiente de que alguien exija la ejecución de sentencia. Que corresponde, obligadamente, a Patrimonio Histórico como órgano protector del mismo. Si el desarrollo de los acontecimientos sigue el curso legal,  la vida no será igual para la comunidad de vecinos del “Beira Miño” ni para las arcas municipales que irían a la quiebra.

                                     José Antonio Quiroga Quiroga

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