viernes, 1 de mayo de 2020

Decretar la normalidad


Incomoda el eufemismo “Nueva Normalidad” con que Pedro Sánchez bautiza  la  anormal realidad que nos aguarda tras la devastación sanitaria y económica causada por el Covid-19 y la penosa gestión de la pandemia de este Gobierno doctrinario y sin crédito que nos ha tocado. Y exaspera la repetición abusiva del concepto para  tratar de que, por familiaridad, se acepte como normal un escenario surrealista pleno de desconfianzas y  padecimientos.

No cabe calificar de normal lo que no es propio del estado natural de las cosas y de las personas. Lo normalidad  fundamenta su carta de naturaleza  en la consolidación histórica. No se trata, pues, de algo que quepa imponer, de una moda o modo de vivir pasajeros, que es a lo que remite la pretendida como contradictoria en los términos “nueva normalidad” del presidente Sánchez, pues nada nuevo y transitorio, que no ha sido incorporado al conjunto de tradiciones  de una sociedad, deviene  en normal.

No está, ni lo estará, en nuestra manera de ser la convivencia aséptica, recelosa y distanciada, con nuestros amigos y vecinos, que nos impide compartir todo aquello que nos produce contento, y  que nos caracteriza  como sociedad extravertida y alegre.

Pedro Sánchez en una de las comparecencias "Aló Presidente"
Puede que, sin pretenderlo,  el oráculo Sánchez se exprese con propiedad al anunciarnos el advenimiento de la nueva normalidad. Significaría que tendremos que adaptarnos a vivir bajo condiciones de precariedad social y económica por tiempo indefinido. El necesario para que llegue a considerarse estado de normalidad.

Que la providencia, que no nos ha librado de tener un presidente de Gobierno que nos condujo a la “escalada” a los infiernos, no confíe la responsabilidad de la “desescalada” a quien no dispone de más recursos que los de tratar de ocultar la realidad con  mentiras y eufemismos.

 

                                José Antonio Quiroga Quiroga

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