martes, 30 de abril de 2019

Notre Dame y los Jorobados


Las diligentes donaciones multimillonarias de algunas familias parisinas adineradas para restaurar la catedral de Notre Dame tras el incendio de la cubierta ha generado debates en que se contraponen los valores patrimoniales frente  a los humanistas, la riqueza de unos cuantos, solidaria con las obras de arte,  frente a la insolidaridad de estos con la pobreza de los excluidos.

Entre los artículos representativos de dichos debates, he escogido los siguientes:  “Lo que Notre Dame dice de Europa”, de la catedrática de ética Adela Cortina, que lleva el antagonismo al terreno de los símbolos: el  mare nostrum,  símbolo europeo, convertido en cementerio de inmigrantes, sin que Europa ofrezca una respuesta común (no del todo cierto). En realidad  no equipara desgracias que afectan a los  propios símbolos, sino a las que suceden en  su seno.  El daño que se causa al Mediterráneo que necesita ser reparado es la contaminación. Nada tienen que ver en la comparativa las desgracias personales que puedan ocurrir en el mismo para denunciar la distinta solidaridad con el siniestro accidental de un bien cultural, con la ayuda insuficiente a los desesperados que se arriesgan a cruzar el mar. “Una parábola contemporánea”, del periodista y columnista  Enric González,  que ve obscenidad en esta historia,  cuestiona el orden preferencial  “el patrimonio de la humanidad, antes que la humanidad misma”. Se trata de un juego de palabras ingenioso y resultón, pero engañoso, ya que  no son excluyentes, ni lo han sido nunca. El sentido humanista del prójimo y su estadio superior el humanitarismo, tal y como lo conocemos hoy,  nacen con el desarrollo económico de la civilización. Sin la cultura, material e inmaterial, no habría ni tantos recursos ni  siquiera lo más esencial, conciencia y sensibilidad de ayuda a los más desfavorecidos. Silvia Ayuso, en su artículo “Notre Dame frente a “Los miserables”, se limita a recoger enfoques de distintos pensadores, como el reconocimiento seguido de reparo del ensayista Ollivier Pourrol: “Victor Hugo agradece a todos los donantes generosos dispuestos a salvar Notre Dame de Paris y les propone hacer lo mismo con los miserables”. Como predicador solo le faltó ponerse como ejemplo, a escala, de coherencia   en el cumplimiento del mensaje, para formular desde su autoridad moral tan comprometedora invitación. Franck Courchamp, experto en biodiversidad de la Universidad Paris-Sud,  se pregunta por qué brotan más emociones y donaciones ante un templo incendiado que ante la “catedral de lo vivo”, el planeta, que también está amenazado. En el ámbito de las emociones existen tres diferencias conceptuales, estrechamente vinculadas, que deslegitiman este punto de vista comparativo: La contundencia visual, espectacular de un incendio de estas características, la rapidez con que destruyó la cubierta, y la percepción inmediata, real y medible del daño. No sucede así, en ningún aspecto, con el deterioro medioambiental del planeta, que tiene lugar de manera lenta y poco perceptible. Tan es así que no faltan quienes lo niegan.

El politólogo francés  Frédéric Dabi, sale al paso afirmando que se ha hecho una falsa polémica de esto. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo  no ve necesariamente contradicción  en las donaciones y la desigualdad sociales, porque en la defensa  del patrimonio hay también valores humanistas.

La percepción de desatención de las necesidades humanas en favor de las materiales, aunque, como la que nos ocupa,  redunde en socorro de los más pobres, basta con citar los beneficios turísticos, ha sido aprovechada con oportunismo por los “chalecos amarillos” de París, exhibiendo carteles con el lema maximalista: “Todo para Notre Dame, nada para Los miserables”. El buenismo de salón de las redes sociales, que no dejó escapar  la ocasión para mostrarse virtualmente solidario, difundió el mensaje que la pobreza en el mundo es un problema político.

Ciertamente la política ya hace mucho que se ha preocupado de este problema complejo, en función de los tipos de pobreza y cómo crece, con diversos programas, entre los que destaca la Ayuda o Asistencia Oficial para el Desarrollo  de la ONU, consistente en destinar el 0,7 % del PIB (Producto Interior  Bruto) a los países menos desarrollados o en vías de desarrollo. No todos los países cumplen con el porcentaje del 0,7 %.  España se ha mantenido en el período 2012 - 2015 en un 0,15 %, que actualmente es del 0,33 %. EEUU, aportó en 2010 el 0,31 %, sin embargo está en cabeza cuantitativamente, aportando en dicho año 218.000,00 millones de dólares. En los últimos 30 años la pobreza extrema, la de aquellos que ingresan menos de 1,90 euros al día, ha disminuido en 1.100 millones, reduciéndose a la mitad.

Las críticas vertidas sobre las donaciones y donantes particulares para Notre Dame, resultan del todo improcedentes, además de que resultan  absolutamente irrelevantes si se comparan con las cantidades destinadas a combatir la pobreza en el mundo provenientes de todos los países de la ONU.

Quiero poner a prueba la solidaridad de unos y otros, de los articulistas y redes sociales con las dos preguntas siguientes: ¿Estarían dispuestos a defender la erradicación de la pobreza en el mundo,  sabiendo que no podrían disfrutar del Estado del Bienestar en que se encuentran, asumiendo fuertes recortes en salarios, pensiones, sanidad, y muchos otros servicios? ¿Votarían a un partido que defendiese y llevase a cabo esta demanda social, o acaso el destinatario de esta especie de rezo-oración es el mismo Dios porque en la tierra es prácticamente imposible?
Hauteville House, mansión de Victor Hugo en Guernsey

He aquí la paradoja que nos muestra la realidad, que es la misma que se dio con Victor Hugo: “Los miserables” fue escrita en el interior de esa obra de arte, la  lujosa Hauteville House,  durante los quince años exilio en Guernsey; hoy convertida en biblioteca-museo, gracias a la donación de 3,5 millones de euros para su restauración de la familia Pinault,  que también ha donado cien millones para la recuperación de la catedral de París.

 

                       José Antonio Quiroga Quiroga

   

 

 




 

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