Escuché con
atención las declaraciones del alcalde de Tuy, Enrique Cabaleiro, en su turno
de la ronda de entrevistas de la radio municipal sobre el remanente de
tesorería y los cíclicos rumores, cual marea que vuelve, sobre una moción de
censura. Observo que se expresa bien, con soltura, facilitada ésta por la
actitud en exceso galante, típica de la casa
con los políticos, mayormente si se trata de un regidor, del conductor del programa, que raramente suele ejercer de Voz de los oyentes.
En Brasil dirían que “fala bonito”, sí, pero con falta de propiedad: no se sabe si por
ignorancia, y confunde los conceptos, o conscientemente y trata de embaucar a los potenciales votantes.
Califica el
señor Cabaleiro de buena gestión la realizada por el grupo de Gobierno durante
los casi dos años de mandato, porque han ahorrado más de tres millones de euros
(3.400.000), con políticas de austeridad en el gasto (rotundamente falso en lo
referente a la despendolada delegación de deportes), ya que los gobiernos
anteriores, sumado todo el ahorro, no han conseguido, apenas poco más de cinco. No se entiende entonces por
qué se lamenta de que la Regla de Gasto, impuesta por el Gobierno central,
limita severamente el incremento de los presupuestos, si luego resulta que en
cada ejercicio le sobran cerca de dos millones.
Ahorrar para
qué, para quien o para quienes. Quizá para que la banca haga negocio con el
dinero de los contribuyentes. Solo tiene
sentido que un ayuntamiento ahorre si las arcas municipales están vacías o sobre ellas pese deuda apreciable. En caso de
buena salud de la hacienda municipal lo ingresado debe revertir, sin dilación, en servicios e
infraestructuras para la ciudanía.
Sin embargo,
de repente, en manifiesta contradicción con lo manifestado anteriormente, decide,
con un golpe brusco de timón, girar 180º y echar la casa por la ventana, sabedor
de que camina sobre una cuerda floja, en lo que parece una huida hacia delante para
tratar de afianzarse en el cargo, y declara estar resueltamente decidido a
consumir los millones de euros acumulados. Es más, ha declarado que ha
encargado la redacción de numerosos proyectos, cuyo coste de ejecución supera
la cantidad de quince millones, pese a haber reconocido que la ejecución de algunos
de los proyectos aprobados en pleno a cargo del remanente de tesorería no se
podrán finalizar en este mandato.
Bien está que
el grupo de gobierno se decida a invertir el superávit en servicios e
infraestructuras, si bien no debe hacerse con precipitación, sino con reposo
reflexivo que permita el oportuno asesoramiento, la confrontación de ideas y argumentos,
además del razonable establecimiento de prioridades. Pero no es decisión cabal,
ni responsable, la fiebre desatada de encargar proyectos a mansalva a sabiendas de que, con seguridad, no podrán
ser abordados durante el mandato del regidor en ejercicio, por cuanto no se
puede garantizar que el actual grupo de gobierno repita, que el alcalde de la futura corporación sea el que
hoy la preside, como tampoco que un nuevo futuro gobierno municipal haga suyos los
proyectos encargados. Ciertamente, no es comportamiento sensato, ya que
conlleva potencial condicionamiento de la acción de gobierno de la corporación
entrante, al sentirse responsabilizada con el gasto efectuado, aunque
discrepante con los proyectos, o la desestimación de dichos proyectos, y el
consiguiente despilfarro de dinero.
José
Antonio Quiroga Quiroga
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