sábado, 2 de abril de 2016

Procesionarios



En el ruedo ibérico de esta España nuestra el mandato constitucional en materia de credos es mero formalismo frente a la fuerza emocional y arraigo de ciertas tradiciones. Mayormente si éstas son de carácter religioso. A este respecto la Carta Magna es papel mojado frente a las Tablas de la Ley. El grado de incumplimiento por parte de las instituciones públicas del art. 16.3 de la Constitución: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”, es semejante a lo que sucede  con el art. 47: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada”.

El hecho de que la sociedad española sea mayoritariamente católica no legitima que políticos y militares participen  en las ceremonias litúrgicas porque en asuntos de fe no representan ni pueden representar a la ciudadanía. Son contados los alcaldes y corporativos, creyentes o no,  que se abstienen de participar en las procesiones de la Semana Santa y menos todavía en la procesión del santo patrón de la localidad que gobiernan. La mayoría de ellos, pendientes siempre de los votos, no renuncian al bautismo anual de multitudes, procesionando gozosos cuales pasos vivientes representantes del poder terrenal. No hace mucho, las procesiones en Tuy eran un espectacular carrusel en el que confluían  la totalidad de los poderes fácticos del municipio, políticos, militares y jueces en armonía con los poderes celestiales, representados en efigie. De todas las autoridades públicas que participaban en la comitiva, solo los togados, obligados a observar la ley y la neutralidad en materia religiosa, han dejado de acudir a las procesiones.
Procesión de Semana Santa, 2016, en Tuy
Lo esperable  de todo  cargo público  que profesa una determinada doctrina  en cuanto a participación en las celebraciones religiosas, es que,  por coherencia con la constitución y con arreglo a la virtud de la humildad, lo haga a título privado. Sin embargo hay que reconocer que la asociación de jerarquías es perfecta: la Iglesia, como  doctrina, recibe el respaldo de las instituciones estatales, y los políticos, honestos o corruptos, la bendición del cielo.


                                 José Antonio Quiroga Quiroga



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