No es verdad
que los caballeros las prefieren rubias,
como reza el título de la película de Howard Hawks, protagonizada por Marilyn
Monroe en el rol femenino. Lo cierto es que los hombres las prefieren tontitas.
Y vírgenes.
Ante una
cándida y en apariencia frágil florecilla cualquier ablandabrevas se siente macho dominante y león protector. Y
dueño y señor de su desvalida pareja. Es sabido que las mujeres inteligentes,
todas lo son en mayor o menor medida, pero sobre todo las que poseen formación
académica superior, intimidan a los hombres. Con ellas perciben que su autoridad jerárquica
como jefe de familia estaría en entredicho.
En estos días
de sensibilidad y exaltado fervor feminista que rodearon al día de la mujer,
tuvo lugar la ofrenda de margaritas blancas, como símbolo de inocencia, a las
víctimas del terrorismo con ocasión del duodécimo aniversario del 11-M. Paralelamente,
en los homenajes a las víctimas de la violencia machista blanco también es el
color del lazo que representa la
inocencia de las desafortunadas y la esperanza en la lucha contra esta lacra
social.
El mismo
símbolo colorista de inocencia que honra y redime a cualquier víctima ajena a
las causas que desencadenaron la violencia sobre ellas ejercida, sigue esclavizando
sexualmente, no obstante, a la mujer de hoy día. De ahí que, obedientes a la
exigencia machista, la mayoría de las novias acuden a los altares eclesiásticos
y civiles vestidas de virginal blanco.
Aunque en la gran mayoría de casos no es más que simple tradición sexista, no
significa que tal costumbre carezca de trascendencia en cuanto testimonio de la
dictadura varonil todavía vigente.
En manos de las novias está el romper, entre otros, este corsé, y marcar tendencia en el estilo y principios, e ir igualmente radiante con
cualquiera que sea el color de sus vestidos.
José Antonio Quiroga Quiroga
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