martes, 29 de octubre de 2013

¡Lo qué hay que oír! señor Gabilondo


Esta vez no me ha gustado nada, mejor dicho, me ha molestado mucho la “Voz de Iñaki”. No pude dar crédito a mis oídos al escuchar el cotidiano “speech”, del señor Gabilondo, “Aunque no guste oírlo”. Un discurso semánticamente tramposo, de sutil intencionalidad partidaria, basado en atribuir gratuitamente a los indignados  por el fallo judicial del Tribunal de Estrasburgo la pretensión de querer dirigir la política de este país.

Comienza astutamente, preparando el terreno que predispone al asentimiento de la audiencia, cimentándolo con un hipnótico artículo de fe: “Hay verdades que a las víctimas  no les gusta oír”; si bien, antes de descargar el varapalo, se muestra condescendiente aplicando balsámicas palabras de apoyo al reclamar toda la generosidad del Estado para con las  familias de las víctimas, incluso el prohijamiento de los hijos de éstas y,  como lenitivo genérico,  nos declara a todos culpables de habernos olvidado de ellas.  ¿Cuáles son esas verdades que no  gusta oír?: “que el dolor, por muy grande que sea, no les da especial derecho para dirigir la política de este país, para dirigir la política antiterrorista, la penitenciaria y la justicia”. “Tampoco les compete el cómo se administra la justicia, porque su dolor les implica de manera tan absoluta que la justicia democrática les aparta por falta de imparcialidad”. Para mejor entendimiento, se apoya, fraudulentamente, el señor Gabilondo,  en escenas cinematográficas en las que miembros del jurado son excluidos por existir vínculos de parentesco o afectivos con los reos, como si representantes de las familias de las víctimas  aspirasen a integrar  un jurado popular legalmente constituido.  Por la misma razón les niega el derecho a reclamar, y presupone, a favor de su argumentación, que nunca serán suficientes las penas para las víctimas.

El grave alcance de las palabras del señor Gabilondo se aprecia en toda su magnitud trasladando su peculiar punto de vista a otras situaciones sociales. Por ejemplo, a las manifestaciones de protesta  de docentes y estudiantes en contra de la ley Wert de educación se les podría acusar de pretender  dirigir la política educativa de España. A las quejas de los explotados en el trabajo que no les compete dirigir la política laboral. A los desempleados de tratar de alterar la política de empleo. A las víctimas de desahucios de tratar de  cambiar la política hipotecaria. A los manifestantes en defensa de la sanidad pública de dirigir la política sanitaria, etc, etc, etc. No se atreve, claro, a decir lo mismo de los sindicatos. Como con nuestro voto hemos delegado la administración de la nación en los políticos elegidos, hasta nueva convocatoria a las urnas, a la población, a los contribuyentes,  no le asiste, pues, más derecho que el de estar callados, ni siquiera el reconocido de libertad de manifestación. Esta defensa de la democracia vertical, en contraposición a la democracia participativa que escucha al pueblo, le descalifica como gurú socio-político señor Gabilondo.
 
En este asunto del terrorismo podría llegar a entender, señor Gabilondo, que  por superior razón de estado, todos los gobiernos habidos hasta hoy, salvo el  de Adolfo Suárez, hayan negociado con ETA la reducción de penas, entre otros extremos, con la esperanza de alcanzar la paz y así evitar más muertes a costa del sacrificio de las víctimas directas y de sus familias, pero no acepto que les niegue el derecho a manifestar su frustración, como tampoco la endémica costumbre, propia de predicadores familiarizados con el manejo del pecado original, de meter en el saco de culpables a todo el mundo, y el recurrente mantra “porque es verdad” con el que trata de apuntalar de veracidad su fraudulenta alocución.

Aunque no guste  oírlo, señor Gabilondo, es burdo ejercicio de prostitución de los principios democráticos en favor de para quien trabaja.
NOTA: El video, de la Voz de Iñaki, "Lo que no gusta oír" está disponible en el diario digital de El País, de 28/10/2013.

                                              José Antonio Quiroga Quiroga

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