jueves, 8 de abril de 2021

La lotería macabra de la vacuna de AstraZeneca

A nadie le gusta jugar a la lotería negativa, aquella en la que el “premio” consiste en sufrir una trombosis que te puede conducir al cementerio o a la paraplejia. A esta lotería juegan los que son vacunados con AstraZeneca. La probabilidad de que seas el desgraciado con el premio gordo de los efectos secundarios, o con la pedrea de un ictus a causa de dicha vacuna, es, de momento, muy pequeña, pequeñísima frente a la de morir de infección por  coronavirus,  pero muy superior a la que, con una apuesta simple, toque  la lotería  de los Euromillones o la Primitiva.

Los porcentajes oficiales de las probabilidades referidas que se ofrecen  parten de la premisa errónea, o falsa  (a un científico comprometido no se le pasaría por alto esta variable) de que la totalidad de la población  acabaría infectada, y correría el riesgo de morir si no se vacunase. Este presupuesto de partida en el cálculo no se ha dado nunca  en una epidemia o pandemia; ni siquiera se cumplió en 1720 cuando apareció  la peste negra; tiempo en el que la rudimentaria medicina no disponía de prácticamente medios de sanación, de prevención, ni tampoco recursos económicos, que dejó un balance estimado de muertes en Europa del 50 %.

No toda la población, pues, va a contraer el coronavirus, o al menos, sufrir sus efectos, ya sea porque su sistema inmunológico lo combate (grupo de asintomáticos), porque se guardan del bicho observando las medidas de protección recomendadas (uso de mascarillas,  hidrogel, etcétera,  y evitando los contactos prescindibles), o bien porque de manera natural se desarrollan defensas durante el tiempo de pandemia. Por tanto, para aquellos que no lo van a pillar o, de contagiarse, no van a padecer ningún efecto de consideración, la probabilidad de que mueran a causa del virus es CERO. Sin embargo, los que en principio disfrutan  de nula probabilidad de muerte, entrarían en el en el  macabro sorteo trombos si son vacunadas.

En efecto, todos los medicamentos producen efectos adversos (recogidos en los prospectos), pero ninguno desemboca en la muerte del paciente, motivo suficiente para que no se autorizase su comercialización.  La diferencia que impide equiparar las consecuencias no deseadas producidas por los medicamentos y las producidas vacunas (no se conocen los prospectos), gravedad al margen,  estriba en que los primeros se administran a personas enfermas, mientras las segundas incluyen a las sanas.

El problema que surge de este razonamiento es que no se puede saber a priori cuántas  personas ni quiénes serán las que no se van a ver afectadas por la pandemia, pero como ya existen alternativas más seguras (Pfizer) a la vacuna AstraZeneca, no es admisible que esta se siga administrando al amparo de que son mayores los beneficios que los daños. Que le vayan con ese cuento de consolación a los damnificados.

Además del perverso y falso balance de favorecidos y perjudicados por la vacuna, cabe encontrar otras razones posibles, de difícil justificación, que explican el que, de manera restringida,  pero aventurada, se siga administrando en determinada franja de edad: el retraso que ocasionaría, al desecharse su uso, en el programa de vacunación; se me ocurren las siguientes: que el Gobierno  pretenda amortizar el dinero gastado y comprometido en la adquisición de unidades a AstraZeneca; y que se procure contribuir en salvar de la ruina económica a esta firma farmacéutica.

 

                          José Antonio Quiroga Quiroga

 

3 comentarios:

  1. Lo terrible es que los políticos tomen decisiones políticas relacionadas con temas de salud sin basarse en lo que dicen los expertos científicos. Te equivocas cuando dices que los medicamentos no causan efectos adversos que desemboquen en la muerte del paciente, lo que pasa es que estos son lo suficientemente pequeños como para que el beneficio obtenido compense esta pérdida. Te hago la cuenta porque no es muy difícil: en España hay oficialmente más de 76000 muertos (probablemente sean más porque al principio no se detectaban todos los casos). Esto da de media más de 200 muertos diarios. Podemos ser más optimistas y pensar que ahora están muriendo unos 100 al día de media, pero aún en este caso, si gracias a la vacunación conseguimos que deje de morir gente 1 mes antes habremos salvado a 3000 personas. Si por culpa de la vacuna mueren 50 (que son muchísimas más de las esperadas) aún son 2950 personas menos que mueren. Y eso que me limito a poner una reducción de un mes, probablemente sea mucho mayor

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  2. En ningún párrafo de mi escrito niego el superior beneficio de la vacunación, pero sí critico aspectos que se trasladan a la ciudadanía que contienen errores como el cálculo de probabilidades de morir por coronavirus y a causa de la vacuna AstraZeneca, pues, como expongo, aquellos que el contagio lo superan como asintomáticos o no les causa mayores problemas que unos días en cama, no deben incluirse en las probabilidades de muerte por coronavirus.
    Todo mi escrito se reduce a cuestionar las razones de que se siga administrando AstraZeneca disponiendo de otras vacunas que se consideran más seguras. De ahí que cabe pensar que el gasto efectuado en una vacuna prevalece sobre el coste de algunas vidas, pocas, sí, pero muy valiosas para los desafortunados y sus familias.
    Reparemos en que la urgencia en atajar la pandemia ha rebajado las exigencias de la fase III, relativas al período da prueba que permiten conocer los efectos adversos en el medio y largo plazo. La tecnología y la mayor inversión económica posibilitan el acortamiento del tiempo en crear un medicamento o vacuna, pero no el tiempo de observación de las reacciones adversas en seres vivos.

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