sábado, 7 de septiembre de 2019

Elogio de la desigualdad



Es evidencia planetaria que  Dios bendice la desigualdad. Cualquiera que sea su manifestación ya que, en cuanto tensión entre los cuerpos, es responsable de la actividad cósmica, y de la diversidad orgánica e inorgánica.

El segundo principio de la termodinámica corrobora este pronunciamiento: es imposible generar trabajo (movimiento) si no existe diferencia de potencial entre dos sistemas (el mayor potencial gravitatorio de una presa, o salto de agua, permite producir energía eléctrica). La igualdad de nivel equivale a equilibrio; y sin tensión entre las  partes no es posible generar nada.  El concepto de “muerte térmica del universo”, estado en el que  reinaría la quietud absoluta por igualación de la temperatura, ilustra este concepto.

Este principio de la física también es aplicable a la economía. El sistema capitalista, en esencia, responde a esta ley física en que la desequilibrante acumulación y concentración de capital posibilita la iniciativa emprendedora y la generación de riqueza. En contraposición, la doctrina comunista, que  atiende al principio de igualación de los vasos comunicantes, tiende a la “muerte económica” donde se impone, es decir, a la consabida pobreza. Argumentarán los partidarios de la ideología comunista, que propugna la igualdad económica como expresión de justicia social, que la concentración de capital solo corresponde al Estado como encargado único de su administración y distribución, uniforme, claro. También los estados capitalistas administran buena parte de las rentas de la ciudadanía, aparte de que modulan la inclinación al abuso de los capitales privados. Sin embargo, está demostrado que ningún  Estado comunista ha sido capaz de elevar el nivel de vida de los administrados, sino muy al contrario, porque, como único agente motor (de muy bajo rendimiento), carece de capacidad para reemplazar la iniciativa particular empresarial, ya en número de emprendedores, ya en eficacia, por muy organizado y honesto que éste pueda ser, ni tampoco contradecir una  ley física que gobierna el universo.

No solo falla el sistema comunista, sino el comportamiento contradictorio de destacados militantes, como los adinerados y populares Javier Bardem; Victor Manuel y su esposa Ana Belén, o el mismo Pablo Iglesias, al ser incapaces de dar respuesta satisfactoria a su paradoja económica, enriquecidos gracias al capitalismo, que combaten de palabra pero al que de hecho no renuncian, como lo atestiguan sus movimientos inversores, incluso especuladores, en el mercado capitalista. Que no traten,  hipócritamente, de justificarse contribuyendo con donativos al sostenimiento de la causa. Por sentido de la coherencia, que se apliquen el principio de los vasos comunicantes creando una cuenta bancaria madre donde depositar mensualmente  los ingresos de cada militante, que luego se distribuiría automáticamente y de manera  igualitaria en las respectivas cuentas particulares de los camaradas censados.

El recurrente argumento reivindicativo, tan a mano  hoy día, no necesariamente comunista, sino social o socialista, de “a igual trabajo, igual salario”, impecable en principio,  elude y encubre el sobrentendido, y en absoluto equitativo, “a igual puesto de trabajo, igual salario”. No todas las personas rinden lo mismo, pues no todas son igualmente capaces, laboriosas, responsables,  talentosas, inteligentes  y eficaces.

La igualdad de derechos y oportunidades, como exponente de justicia social, no contradice ni actúa en contra de la dinámica de trabajo, sino que es fuente incentivadora de todo progreso. Es por ello la única igualdad que cabe preservar.

Cualquier política social igualadora distinta de las dos anteriores solo contribuye a incrementar la entropía del estado de bienestar, concepto  físico que mide la parte de energía que no puede utilizarse para producir trabajo, y la menor probabilidad de que tal dinámica energética tenga lugar; lo que traducido a términos de economía social equivale a que la reclamación de igualdad de los menos dotados, los más incapaces, ociosos y holgazanes, etcétera, conduce al colapso del sistema.


                              José Antonio Quiroga Quiroga

 

 

 

 

 

 

 

 



 

 

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