sábado, 27 de mayo de 2017

Sin Panorámica


 

El grupo de gobierno del ayuntamiento de Tuy justificó, en sesión plenaria, por falta de recursos, la denegación del uso del infrautilizado teatro-auditorio municipal del edificio de la Xunta, denominado Área Panorámica,  para la celebración de determinados eventos; si bien, el remanente de tesorería no deja de crecer vertiginosamente y de manera misteriosa: en diciembre de 2016 era de más de 6,5 millones; en febrero de 2017, 7,8 millones, y en mayo, según reciente declaración del alcalde,  10 millones.

Al coste económico de disponibilidad de la sala, se añadió,  por parte del concejal de tráfico, experto en cálculo de riesgos, como apuntalamiento de la razón primera, el valor  dinerario de elementos  como el telón y otros, para ilustrar sobre la improcedencia de exponerlos a graves deterioros, como si tal espacio se hubiese solicitado para  celebrar un botellón, cuando la negativa a facilitarla se  concretó para actuación de la Coral Tudense y la gala para elección de Miss Grand Galicia. Con anterioridad ya se  le había negado a la banda popular de música de Tuy para el concierto de Navidad.

El desarrollo del debate posibilitó el afloramiento de ideas de  feminismo  rancio y mal entendido por parte de algunos miembros del grupo de gobierno, incluso de expresiones que evidencian bajo concepto de la mujer, cuando aparentan defender lo contrario, como las palabras del alcalde: “no vamos a permitir que  el teatro  se convierta en un gallinero”. Se supone que las gallinas serían las concursantes de belleza.

Una característica que define a los partidos nacionalistas, verbigracia el BNG, y a las personas que militaron en ellos, además del radicalismo  y el árido simplismo argumental, es el talante adusto e inquisitorial. Creen que eliminando a la reina de las fiestas, y posicionarse en contra de los concursos de belleza, rescatan y dignifican a la mujer. Lo que  dignifica y emancipa tanto a la mujer como al hombre es el ejercicio de la libertad. Aspirar a la belleza corporal no entraña mal, vicio ni deshonra alguna. La belleza, como exponente de perfección, ha sido considerada objeto de culto desde la antigua Grecia, pasando por el Renacimiento  y llegando hasta nuestros días, como representación de múltiples valores, e inspiradora y motor  del desarrollo de las principales artes, escultura, pintura y cine;y no solo de las figurativas, sino prácticamente de todas ellas.

De entre las concursantes de los certámenes de belleza y de las pasarelas, han salido, gracias a este trampolín, relevantes figuras femeninas, y no solo del espectáculo, actrices y directoras de cine, sino  empresarias y activistas sociales. Tampoco es motivo de desprecio  la belleza como recurso en la vida (hoy mismo, Verónica Forqué, declara en El País, “yo tenía una tetas preciosas que me han dado mucho trabajo”). Es de hipócritas menospreciar a las personas, mujeres y hombres, por aspirar a la belleza. ¿Entraña, per se, algún mérito o valor renunciar a ella o descuidarla? La primera dama de España,  personalidades de la nobleza, famosas y adineradas, compiten todos los días por ser las más guapas, y esa competitividad es objeto de seguimiento por muchos medios de comunicación, atentos a la riqueza expresiva de su aspecto físico, como también a la elegancia.

 Este empeño en contra del valor de la belleza femenina,  de la coquetería y de la sensualidad, valores universales en el tiempo,  como si estuviese reñida con la cultura y la inteligencia, nace de la falta de reconocimiento de la particularidad y diferenciación de lo femenino y del afán totalitario, castrador y un tanto fascista de igualdad sin matices.  

            Los representantes públicos deben saber  que el desempeño del cargo no les legitima  para imponer a la sociedad sus propios criterios  sobre ética, moral y modo de conducirse; no solo porque son personales e intransferibles, sino porque  no han sido elegidos para ese cometido. La explicación, que no argumento, que ofreció la representante del Bloque en un pleno sobre la eliminación de la figura de la reina de las fiestas de San Telmo: “eu como muller, síntome ofendida”, revela estrechez de miras, autoritarismo, y desconocimiento de los límites de sus facultades como concejala,  en cuanto que entiende que su concepto personalista de lo que atañe a la dignidad femenina debe ser trasladado e impuesto al conjunto de la sociedad.

             Si a los administrados se les priva del Área Panorámica,  es porque los administradores carecen de perspectiva.

 

                                         José Antonio Quiroga Quiroga

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