lunes, 13 de agosto de 2012

Historia e historias




A raíz del debate generado sobre la fecha de ejecución de los arcos codales de la catedral de Tui, el grado de intervención del rayo caído en 1974 y los terremotos de Lisboa y el ocurrido en 1761 en la declaración de ruina de la misma, se ha comprobado que abundan sobre estos aspectos concretos publicaciones contradictorias de muy escaso rigor histórico que revelan la frivolidad, falta de categoría y compromiso profesional, en lo específico, terminología técnica y corrección literaria con que se abordan.

La acción de trasladar determinadas anotaciones históricas a un libro o libreto, no se debe acometer como quien descarga un camión, sea de mercancía o de noticias, sin otra preocupación que la de amontonarlas o apilarlas con más o menos orden.  Todo historiador que se precie, no puede limitarse al cometido de simple amanuense, labor de escaso mérito y al alcance de cualquiera que tenga paciencia, sino que debe verificar muchos aspectos, todos los que estén al alcance de sus posibilidades, como, p.e., fiabilidad de la fuente, coherencia del contenido del texto, contraste con los escritos de otros autores y, cómo no, aplicar criterio. De lo contrario, a base de copiar lo que cada cual buenamente encuentra, se corre el riesgo de difundir inexactitudes que van tomando cuerpo de verdad a medida que con el tiempo, otros, con semejante actitud de diletante, se apoyan en ellas, creando una maraña contaminadora  difícil de destejer.

El análisis del alcance de los daños causados por el rayo caído el 17 de noviembre de 1791, y su grado de contribución en la declarada ruina de la catedral, además de la acción de los terremotos sufridos, me ha llevado a un supuesto de reconstrucción de los trabajos de reparación de Domingo Novás relacionado con los arcos codales de la nave central. Está constatado que la cepa del cimborrio, sobre la que hoy día descarga un arco codal, ha sido demolida y reconstruida por el maestro cantero Domingo Novás, quedando únicamente sin bajar la bóveda que sujetaba. Ante este hecho caben dos hipótesis, una, que si antes de la demolición de la cepa descargaba en ella algún arco, necesariamente fue demolido al tiempo que dicha cepa, luego el actual arco codal que estriba en ella ha sido ejecutado por dicho maestro cantero; dos, si no existía arco alguno, incontestablemente el existente hoy día se debe en exclusiva al citado maestro cantero. Esta deducción lógica pone a prueba el rigor científico de lo recogido en algunos escritos, de más o menos carácter histórico, que dichos arcos codales son todos anteriores al siglo XVII, ya desacreditados debido al arco codal contemporáneo de Pons Sorolla.

En cuanto a los terremotos, en concreto el de Lisboa de 1775, antes de abordar la problemática de sus efectos y, en concreto, la descripción de los daños materiales en la estructura visible de la catedral, procede insertar algunos párrafos del Archivo Histórico Nacional (AHN) para poder evaluar el grado de fiabilidad de los testimonios registrados. Tras el terremoto “el rey FernandoVI pidió noticias urgentes de todos los puntos de la península para conocer el alcance de los daños ocurridos”. Sobre las jurisdicciones de la provincia de Tuy, “Llama la atención que en los documentos existentes en el AHN  sólo se encuentran los informes de Bayona y Puenteareas dirigidos directamente al Consejo de Castilla por el corregidor y el alcalde mayor de estas localidades”. “Los documentos estudiados referidos a la antigua provincia de Tuy son en total 22 y tienen las siguientes procedencias: AHN, 2; Archivo Histórico Diocesano de Tuy, 1; Archivo Histórico Provincial de Pontevedra (AHPP), 19”. El informe del abad de Oia ha sido publicado por Fernández-Valdés en 1955 aunque, por su interés, se transcribe de nuevo desde el original del AHPP; es, con mucho el testimonio más detallado y solvente de todos los emitidos en la provincia. El informe de Tuy sito en el AHDT ha sido amablemente proporcionado por D. Luis Mendoza, del Observatorio Geofísico de Santiago del mismo Instituto Geográfico Nacional y tampoco se reproduce”. Previamente   al abordaje citado, conviene reflejar también algunos datos sobre su repercusión en territorio español que permiten configurar una cierta idea de su acción devastadora en el apartado de  víctimas, a pesar de la dificultad histórica de cuantificarlas, máxime dada la fecha. Están registradas en el AHN,  61 muertes a consecuencia de los temblores y 1214 ahogados debidos al tsunami. En cuanto a los efectos en las construcciones podemos ver en los registros del AHN testimonios contradictorios como los que siguen, correspondiendo el segundo  a Ávila de la Cueva: “Tuy (catedral): se sintió menear la tierra con tanta violencia que se levantaban las piedras de las sepulturas, sacudiéndose unas con otras las de todo el templo, y blandiéndose con impetuosa violencia las rejas del coro y capillas y del mismo modo la del Santísimo Cristo de la Capilla Mayor, con todas las imágenes, follajes y remates de su adorno. Se sentían caer piedras de las bóvedas. Se meneaban con descompasada fuerza las torres de las campanas y las demás de la iglesia y las almenas de la Coronación”; “ Tuy (catedral): se ha mantenido en pié y sin especial daño la fábrica de este templo. Tres almenas han caído sobre la bóveda de la nave de San benito sin hacerle lesión alguna, no rompiendo ni el tejado ni la madera del armazón. Se ha hecho una hendidura en la fachada de la puerta principal de la iglesia, fácil de reparar”. Incluyo dos testimonios, también del AHN, sobre los daños en el monasterio de Oia, tanto por ser el más detallado y fiable, como por su cercanía, con el fin de imaginarnos el alcance del terremoto: “Oia (monasterio); se ha desplomado y abierto la pared y bóveda del crucero de la iglesia. Se ha abierto un arco de una capilla en que descansa la escalera principal de la iglesia, de modo que fue preciso postearla  para que no se venga a tierra. La fachada principal que cae a la plaza de Armas del monasterio, se desplomó un palmo y amenaza ruina en opinión de nuestros experimentados”; “Oia (monasterio): parecía hundirse todo el edificio, desquiciándose como de facto se desquiciaron las maderas y vigas de los claustros hasta afectar a los mismos sillares y piedras donde tenían su asiento. La iglesia y demás bóvedas del monasterio hacía tal sentimiento y desunión entre sí que todos consintieron en que se venía a tierra el templo, y casa, huyendo toda la gente de ella. La torre nuevamente construida se movía de tal manera, que les parecía imposible que pudiera mantenerse. Los estribos que están arrimados a la frontera del monasterio se apartaban de la pared casi una vara (0,8 m), viéndose por entre dicha pared y estribo otros edificios contiguos”.

Relativo a la acción desestabilizadora en los muros del templo de los terremotos de Lisboa, al que se suma el de 1761, al incidir en primera instancia y fundamentalmente el movimiento ondulatorio del terreno en la cimentación, considerada de precaria consistencia en documentos de la época, y su contribución a la ruina del edificio, cabe argumentar lo que sigue a mayores de la violencia constatada: Probablemente, salvo prueba documental en contrario, la estimación y relación de daños a la vista en el edificio de la catedral a consecuencia de los movimientos sísmicos haya sido realizada por clérigos y no por expertos. Algunos de dichos daños son de importancia indiscutible como la hendidura en la fachada, que aunque haya sido considerada “fácil de reparar” por un profano en construcción como debió serlo Ávila de la Cueva, lo cual no está reñido con importantes secuelas en la cimentación que, necesariamente así ocurre, circunstancia perfectamente clara para un técnico en mecánica de suelos o  constructor experimentado.

Considero una frivolidad irresponsable para quien dispone de licenciatura en historia, pero profano en mecánica de suelos, el realizar dictámenes sobre lo que no entiende, y con la ligereza del vuelo de una ave, pero con la visión de un topo, pasar por encima de todo un mundo de conocimientos, laminándolos tan tranquilamente al afirmar que los terremotos de Lisboa y el de 1761, no participaron en el proceso de ruina de la catedral, como si, por obra y gracia del Altísimo estuviese a salvo de toda acción destructora, excepto de los rayos, claro, quizás porque los rayos provienen del Cielo y los temblores de tierra del Averno.

Concedo, pues, poco valor al hecho de irrumpir, por todo argumento, con un camión volquete con crónicas periodísticas y testimonios de aficionados a la historia, elevados a dogmas, como Ávila de la Cueva, “militar retirado colocado de oficial en el archivo de la catedral” tal y como lo define Filgueira Valverde, el cual despachó 330 años de historia de la provincia de Tui en 353 páginas,  bastantes de ellos en tres líneas, sí, tres, descargarlo todo, como diciendo, agárralo como puedas, y  con el ánimo de sepultar el raciocinio. Pero suele suceder que, por tener éste vida propia, acaba encontrando un hueco por donde salir a la luz.





                                  José Antonio Quiroga Quiroga

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