martes, 15 de julio de 2014

Ciudad de pocos habitantes y algunos menos ciudadanos


 

 Las ciudades de pocos habitantes son como  aristócratas venidos a menos, fuera de escena al quedarse sin hacienda. Encalladas en el tiempo, conservan imagen y atributos de vieja nobleza, y apelan a su pasado para sobrellevar con  irrenunciable dignidad  sus marchitas realidades. Sin embargo, aunque reivindicativas de antiguos fueros, sus gentes suelen dormitar plácidamente sobre almohadas de rancios laureles.

Tuy urbe es ciudad por relevancia histórica, pero no en razón al número de habitantes, alrededor de 7.000. Tampoco lo es, claro, por economía o entidad política. Su identidad milenaria, patrimonio arquitectónico y bello emplazamiento fronterizo no han sido, hasta ahora,  salidas de desarrollo para que,  la que fuera capital del antiguo reino de Galicia, salga del enquistado raquitismo que la atenaza. Un raquitismo sin esperanza porque la cortedad de horizontes expulsa de su cuerpo a la mayoría de la gente más preparada. Y enfermizo, porque difícilmente puede superarse si se retroalimenta aceptando y eligiendo, con perseverancia conservadora, resignación cristiana y fidelidad partidaria, a personas de lo más corriente: de vida gris, sin talla ni currículo alguno como timoneles de su destino. Esta particular idiosincrasia  solo cabe interpretarla en clave mística: pleitesía a unas siglas y fe en que el santo patrono los guiará a buen puerto. Pero San Telmo hace ya mucho que no ejerce, porque Tuy hace otro tanto que no navega, sigue varada a orillas del Miño, al que ha dado la espalda. Todavía no ha llegado el tiempo en el que un no creyente sea elevado a los altares del gobierno municipal en esta pequeña ciudad de estructura medieval.

Si estadísticamente  no es probable que surjan líderes valiosos en localidades de pocos habitantes, todavía menos cuando en las mismas hay déficit de ciudadanía. Entendida ésta en el sentido moderno de ciudadanía activa, que hace referencia a aquella que, consciente de su pertenencia a una comunidad local participa en áreas de la vida social y/o los asunto públicos; en contraposición a la ciudadanía pasiva que consideran las cuestiones políticas como algo lejano y extraño a sus intereses. Del déficit de ciudadanía activa en Tuy, y ni siquiera tanto, aunque previsible, tuve constancia en los días de recogida de firmas en contra de la ubicación del nuevo Centro de Salud. Lo sorprendente, a la vez que decepcionante, fue la reacción de ciertas personas de las que, por su formación y relieve social, esperaba mejor acogida. Valgan como ejemplo de falta de compromiso dos elocuentes respuestas: una, de persona profesional de la abogacía: “no, gracias, ya hace mucho que dejé de comprometerme con nada”; y dos, de persona empleada en la radio municipal: “lo siento, pero yo he decidido no firmar nada relacionado con Tuy”; quizá porque considera suficiente comprometerse solo de palabra por aquello de que las palabras se las llevan las ondas, y a la velocidad de la luz. Pocas esperanzas cabe albergar de mejorar la situación si al desafecto individual de la ciudanía se suma el de las colectividades. Ante la asfixiante carencia de cruciales dotaciones para el comercio y desarrollo de esta ciudad, no entiendo el silencio de la nueva directiva de Acitui, cuya hoja de ruta, aparte de la ruta de la empanada,  se puede resumir así: un globo, dos globos, tres globos; un logo, dos logos…

Tuy se encuentra en una situación de ahogo insostenible, de retroceso comparativo respecto de municipios limítrofes. Y de muy difícil salida, tras veinte años de política de calderilla, de atención a lo menudo  y de despreocupación, por falta de visión, por la planificación y ejecución de infraestructuras, que ha quedado patente en los  dos planes de urbanismo, que no merecen tal nombre en cuanto que se centraron exclusivamente en la edificabilidad  de viviendas.  En ninguno hay proyecto de ciudad. No se contemplaron aparcamientos, espacios de convivencia (plazas, parques, recinto de fiestas), reserva de suelo para edificios de servicios: juzgados; centros sanitarios (el nuevo Centro de salud es el ejemplo más acuciante); educativos; administrativos (policía nacional y local, incluso la propia Casa Consistorial); estación de autobuses, etc. Ni siquiera la muy necesaria apertura de la cabecera de la calle Orense, eterna promesa, tiene trazas de ser ejecutada.

 Qué decir del eterno olvidado y abandonado casco histórico, (y el Teatro Principal, del que el gobierno ni la oposición se acuerdan), por más que representa la identidad de Tuy, condenado, quién sabe por cuánto tiempo al progresivo deterioro, puesto que se han perdido todos los trenes de las ayudas europeas al no haberse redactado en tiempo un plan de protección.

No soy hombre de rezos ni exhortaciones, que todo es lo mismo, pues no se ruega a los cielos, que no oyen, sino a uno mismo y a la colectividad en que se vive,  pero sí de dedicatorias cuando hay motivo. Y, concerniente al decrépito casco histórico,  he aquí la dirigida a Antonio Feliciano (Fdez. Rocha), a su escuela y aventajado discípulo, tomada de la letra de  una canción de otro Feliciano, José Feliciano, ciego también como el primero, pero con ojos para percatarse del estado de su pueblo: “pueblo mío que estás en la colina (de piedra), tendido como un viejo que se muere…”

Qué será, qué será, que será... Que será de Tuy, es fácil adivinarlo.

 

 

                             José Antonio Quiroga Quiroga