sábado, 23 de marzo de 2013

Tuy versus Tui


 

A raíz del escrito reivindicativo, un tanto redundante, “Soy de Tuy, con y griega” de Juan Manuel Valcarcel, y de la consulta a la Real Academia Española (RAE), realizada por Gustavo Pérez González, para saber cómo se escribe en castellano el topónimo actual de Tui, se desencadenó un debate acerca de cuál de las dos denominaciones debe prevalecer, en el que los defensores de la denominación con “i” latina, se manifestaron cuales búfalos en embestida.

Considero que el controvertido tema ofrece varios frentes argumentales, y que como el carácter intangible del objeto de discusión no permite cuantificar el valor de cada opinión para dilucidar cuál tiene más peso para imponerse, todo se reduce a la aceptación de los convencionalismos dictados por el criterio político de las respectivas Administraciones Autonómicas y el criterio académico de la RAE en materia de lengua; todo ello sin menoscabo de la libertad individual de optar por cualquier opción. Sin embargo, quiero aportar mi punto de vista sobre ciertos argumentos expresados en el desarrollo de la polémica.

Los defensores del topónimo con “y” griega se basan, fundamentalmente, en la leyenda de que la ciudad fue fundada por un héroe superviviente de la guerra de Troya. Este punto de apoyo es rechazado de plano por fantasioso en ausencia de todo vestigio documental y arqueológico que lo respalde. Dado que el concepto de leyenda admite a la vez caracteres de verdad no demostrada, y  de simple quimera, no se puede asegurar que tal leyenda sea absolutamente infundada solo porque hasta el presente no se hayan encontrado pruebas demostrativas. A este respecto conviene  aportar, como definitoria, la cuarta acepción  de leyenda del diccionario: “Relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”. Es decir, que las leyendas nacen y se construyen a partir de algún suceso real o supuestamente real pero que la transmisión oral deforma y engorda con el transcurrir del tiempo. En todo caso, cuando las leyendas, fundadas o no, se mantienen en el tiempo y arraigan, toman carta de naturaleza y se incorporan con fuerza en la memoria colectiva  convertidas en tradición o cultura particular. Ejemplo paradigmático son los dogmas y patrañas de todos los credos religiosos elevadas a categoría de verdades indiscutibles, ante las cuales masas ingentes se inclinan y defienden con ardor. Leyenda es la sepultura de Santiago Apostol en Compostela, y grandes beneficios espirituales y económicos le reporta a la ciudad. De ahí que considero respetable la defensa de la “y” griega para el topónimo de nuestra ciudad.

Participo de la idea de que un mismo topónimo se escriba de diferente manera en función de la lengua en el que sea expresado, así lo ratifica la RAE  cuando se pronuncia sobre cómo escribir Tuy en castellano, y de la época a la que se remite la denominación de la localidad. Me parece una cursilería gratuita defender que en castellano se deba escribir y pronunciar los nombres de ciudades de otros países con los caracteres y fonética del idioma correspondiente; por ejemplo, Milano en lugar de Milán; London en vez de Londres; Edembra, por Edimburgh. Respecto al modo de escribir el nombre de una ciudad cuando se hace referencia a ella en épocas y contextos anteriores, tengo claro que el topónimo que corresponde es el que se usaba en ese tiempo. No concibo un libro de historia en la que el autor, relatando episodios de la antiguo imperio romano, se refiera, p.e., a la actual ciudad de Tarragona con la denominación contemporánea y no como Tarraco. Por tal razón considero absolutamente acertada la decisión de los creadores de la página web, “Fotos antiguas de Tui” de adoptar la forma escrita de “Tuy” por que tal expresión gráfica está en sintonía formal y ambiental con las fotos de época, además de corresponder al contexto temporal, académico y de ambientación de dichas instantáneas.

Es cierto que por ese quítame allá esa paja de una “i” latina o “y” griega “no se cae ninguna teja de la historia”, pero quien así se ha pronunciado se le fue la azotea y montó en cólera contra el ministerio de Fomento por rotular “Túi” con tilde en dos señalizaciones de la autovía  de Las Rías Bajas, creo que a la altura, aproximadamente, de Puenteareas, mostrando su airado rechazo a través de un escrito en Faro de Vigo, acompañado de sendas fotografías. Y esta misma persona, que repudia la leyenda del origen griego de Tuy, emprendió un viaje a caballo, papiro en mano, desde Braga a Santiago, para abrazar a una leyenda. Sin ser experto en lingüística, ni nada que se aproxime a ello, creo que los nombres propios no están necesariamente sujetos a las reglas ortográficas, y por ello no parece fundamentado asegurar que la palabra “Tuy” necesita de tilde. La RAE, en contestación a la pregunta formulada por Gustavo Pérez González, escribe Tuy  sin tilde.

Para bien, o no tan bien, todo está sujeto a los cambios que la evolución de los tiempos conlleva, y los topónimos no están libres de ellos. A la ley, en este caso, de Normalización Lingüística, le cabe la facultad sancionadora, pero dicha facultad no siempre dispone del aval de la legitimidad, moral o cultural. Ciertos topónimos, por genuinos, antigüedad y fuerza expresiva son considerados patrimonio cultural inmaterial y, por ello, deben ser respetados en toda su integridad formal. Que el topónimo “Tuy” reúna o no valores suficientes para ser considerado patrimonio cultural y que esta expresión gráfica sea preservada, es labor que corresponde a expertos. Por mi parte, quiero manifestar que entiendo y respeto la invocación a razones sentimentales, de permanencia y arraigo en el tiempo, de costumbre, si no históricas, y de apelación a la leyenda para reclamar la restitución de la “y” griega en el topónimo de nuestra ciudad/municipio; como también respeto y acato la modificación por imperativos de la Normalización Lingüística cuando tenga que expresarme en la lengua autóctona. Sin embargo, reconozco que, quizá por las circunstancias expresadas, pero también porque creo percibir mayor poder identitario  y capacidad de evocación y conexión histórica con nuestro origen, verdadero o falso, pero palpitante,  y milenario pasado, me gusta más Tuy,  además de que su escritura posee mayor entidad y mejor remate gráfico que el escurrido Tui. Como si esta merma gráfica fuese el exponente premonitorio de todas las pérdidas patrimoniales y administrativas que esta ciudad lleva padeciendo.

Nota: Se reconocen dos tipos de toponimia que explican la distinta manera de escribir y pronunciar los nombres de localidades con lengua distinta: Toponimia mayor y Toponimia menor. La primera es la que se traduce a otras lenguas dada la importancia e internacionalidad del lugar: p.e. se dice Nueva York y no New  York, o Ginebra y no Genève; la segunda, por carecer de la trascendencia de la primera suele permanecer, en general, en su propio idioma.
 

 

 

 

                                      José Antonio Quiroga Quiroga

viernes, 8 de marzo de 2013

Sobre la trascendencia de hablar "desde"


 

Hablar “desde” ciertas regiones del espíritu es norma generalizada hoy día para tratar de ser más creíbles y convincentes. Ya no se habla con más o menos rigor, con más o menos humildad, con más o menos dolor, etc., sino, incontestablemente,  desde el rigor, desde la humildad, desde el dolor, etc. A tal fin, las facultades del alma, entendimiento, voluntad y memoria,  elevadas a categoría de absolutos, han devenido en parajes virtuales a los que el manifestante se traslada para, poseído y transmutado por el espíritu del lugar, dirigirse al interlocutor  armado de toda autoridad y razón.

Si alguien osa decir que habla “desde” la poesía, en lugar de manifestar que habla de poesía, o con sentido y voluntad poética, tendremos que aceptar, pues, que todo cuanto sale de su boquita es pura poesía. Cuando oigo decir a los políticos, en raptos de sinceridad escenográfica,  sobre todo en estos momentos de corrupción galopante, que hablan “desde” la transparencia, me causa cierta gracia al imaginarlos en público con todas sus íntimas vergüenzas al aire.

Resultan chocantes, por evocadores de reminiscencias de clandestinidad, los encabezamientos de los comunicados de los partidos políticos, especialmente si pertenecen a la oposición y  son de carácter reivindicativo, cuando se formulan, que es casi siempre, “desde” tal o cual agrupación en particular, en vez de emitirse sencillamente en nombre del mismo,  pues parece que asumiesen  que se encuentran en una trinchera desde la que  lanzar  todo tipo de propuestas como quien lanza cargas de profundidad.

Salvo por razones de localización geográfica o temporal, el lugar desde donde se realiza una locución nada importa por ajeno a la esencia del discurso. La importancia de lo qué se habla, al margen el relieve del manifestante, reside, fundamentalmente, en lo qué  se dice y, en menor medida,  en cómo y bajo qué circunstancias.

Carece, pues, de lógica la  recurrencia itinerante al travestismo emocional y cualitativo  de hablar “desde” ilocalizables dimensiones del alma, o “desde” lugares virtuales del espíritu. Entiendo que lo adecuado es hablar  con la propiedad que cabe y con la que uno es capaz en cada caso.

 

 

 

                                   José Antonio Quiroga Quiroga