lunes, 18 de febrero de 2013

Al suplantador de Archibald Dickson


La adopción como imagen corporativa de determinadas figuras consagradas, celestiales o terrenales, para acogerse a los beneficios de su patrocinio, no certifica su legitimidad por inveterada que sea esta costumbre y por muy loable que sea el cometido de la entidad que la hace suya. No solo por su carácter intransferible, sino, porque difícilmente, imposible puertas de cielo adentro, una organización social podrá equipararse y estar a la altura de su valedor. Aunque se alegue que se hace en honor y a mayor gloria de la dignidad escogida, es innegable que existe cierta apropiación representativa de sus atributos, y todo a lo que puede aspirar es a deteriorarla. Lo correcto es que cada entidad diseñe y cree su propia marca o emblema.

La legalidad del uso de dichas imágenes solo cabe exigirla cuando corresponden a personas, pues al cielo no se suele pedir permiso; y se obtiene con la autorización del ilustre, si vive, o con la de sus deudos.

Es muy común, y legítimo, el uso de personajes ficticios en Facebook,  motivos al margen, para expresar opinión o suscitar debate. Sin embargo, no es legítimo ni legal suplantar a nadie, y menos, si cabe, a personas honorables o ilustres, cualesquiera que sean los fines, pero menos si son mezquinos. Un habitual de Facebook, que se asoma a esa ventana con distintas caracterizaciones, unas veces encarnado en un personaje de oriente medio llamado, Alí Ben Teupai, versión gnomo-“trasno” del real, otras, como natural de Tui, bajo la denominación de, Un Mais de Tui, ha tenido la infantil, imprudente y malévola ocurrencia de hacerse pasar por Archibald Dickson, cual niño que se disfraza de Spiderman o se pone la camiseta de su ídolo para sentirse importante e impresionar, en vano intento de no ser identificado y con el único propósito de causarme daño. Archibald Dickson, capitán de la marina mercante inglesa, muerto en 1939  en el Mar del Norte al ser torpedeado el barco en el que viajaba por un submarino alemán, fue el protagonista de un hecho heroico-humanitario durante la guerra civil española. Archibald incumplió sus obligaciones hacia la naviera para la que trabajaba al abandonar en el puerto de Alicante la mercancía a transportar a Orán, y embarcar a 2.638 personas, de entre varios miles, que huían de las tropas de Franco, corriendo varios y graves riesgos.

Al maestro enmascarado, natural de un pueblo de Orense, que imparte clases a niños en la parroquia de Randufe de Tui, no le bastaba con ejercer de impostor para no ser descubierto, sino que tuvo que recurrir a la mentira sugiriendo que era de Málaga, pasar por monolingüe, castellanohablante, y mostrar vivos anhelos por ser maestro. Pero su torpeza le delató. Este personaje de varias caras, utilizó una de ellas  no para redimir a una compañera de aulas atacando a, un ¿amigo? que había  censurado  que ella se burlase de sus alumnos del rural por emplear palabras híbridas debido al bilingüismo en el que crecen. No, en absoluto, pues se desinteresó totalmente del motivo de la disputa. Con el extraño pretexto de, “puestos a hablar,” buscó la incorrección ortográfica de mis espontáneas y apresuradas líneas, no para quitarme razón, sino para degradarme. Pero resulta que fue a por lana y salió trasquilado. Sus sesudos y meditados párrafos adolecían de fallos ortográficos y de sintaxis, que un diccionario no resuelve. Tan solo necesitaba tomar revancha por haber hecho yo un comentario en uno de sus “posts” sobre la insustancialidad intelectual de su jefe político Rafael Cuiña Aparicio, que me borró de su lista de amigos por incómodo. Entiendo esta actitud en quien  abandonó por despecho el BNG, tras ser desalojado de la cabeza de la candidatura a las elecciones locales, a la que se había aupado, en alarde democrático tras muy, pero que muy “petit comité”, y se pasó luego al nuevo partido, Compromiso por Galicia.  Entiendo su reacción porque yo solo puedo ofrecerle charla de bar, y Rafita promoción política. Que es su verdadera vocación. No hay más que ver cuán volcada tiene su atención en Facebook, imagino que en detrimento de la calidad de sus clases, como correo a destajo de noticias y chistes de carácter político, pues  opinión propia prácticamente ninguna. Abandone, pues, declaradamente el magisterio y dedíquese a la política. En ese campo suelen tener fortuna los mediocres y ruines, aunque, menos mal, no solo éstos. De la cohorte corporativa de gallináceas y gallináceos que con abstrusos cacareos y ruidos jaleaban sus patéticas sentencias, solo cabe decir, ¡qué lastimoso cuerpo docente sufren los pobrecitos parvulitos!. A la Lama con todos ellas y ellos.

 

                                   José Antonio Quiroga Quiroga

 

 

 

 

jueves, 14 de febrero de 2013

EOI, listening Test


  Como estudiante del último curso de inglés en la Escuela Oficial de Idiomas (EOI), observo que una de las tareas de la prueba de comprensión auditiva (listening), la de mayor puntuación, está viciada formalmente por incluir aptitudes ajenas al discernimiento auditivo. Entre ellas, capacidad de leer y memorizar, en tres minutos, varios párrafos escritos relativos a la conversación a escuchar, pero literalmente diferentes; conjugar audición y lectura para poder discriminar determinadas palabras que, escritas en los espacios en blanco previstos en dichos párrafos, dan sentido a los mismos; ser muy rápido escribiendo para no perder el hilo de la conversación (saber taquigrafía es buen recurso), y tener gran capacidad de concentración y mucha serenidad para atender a tantas cosas al mismo tiempo y no extraviarse.

 No es de recibo que el método de verificación sea, a mayores, una complicada destreza en sí misma que, cual barrera espuria, empaña el nivel real de comprensión. Es sabido que la comprensión auditiva no se puede enseñar. Solo cabe trabajar el oído y familiarizarlo con la fonética específica de cada idioma. Y no por ello le discuto, aunque se abre una vía para el debate,   legítima competencia a la autoridad docente valorar los niveles adquiridos por el alumnado, pero sí hago hincapié, en que las pruebas deben ser estructuralmente sencillas: directas y limpias de interferencias. Los grados de dificultad de comprensión auditiva aplicables a cada nivel hay que buscarlos, exclusivamente, en la diversidad de acentos, en la mayor riqueza del vocabulario, en la  rapidez de la conversación, los ruidos de fondo, las conversaciones solapadas, etc., y no en el propio entramado de la prueba. Es necesario, pues, extirpar todo estorbo.  

  

 

                                                  José Antonio Quiroga Quiroga