domingo, 28 de julio de 2013

Buena gente, y mejor persona


No somos nadie, a título particular, en esta sociedad masificada. La individualidad carece de perfil y atributos al diluirse en la generalidad del gentío. Solo alcanza  representatividad social en cuanto colectivo, de consumidores, trabajadores, votantes, pensionistas, etc. Globalmente considerados solo somos gente, y únicamente aparecemos como sujetos particulares, normalmente pasivos, ante responsabilidades de orden público o de índole doméstica.

La estrategia comercial de la atención personalizada, que persigue la captación de clientes al rescatarlos pretendidamente de la simple condición de público, revela la pérdida de identidad personal de la ciudadanía, mayormente en las grandes aglomeraciones urbanas, en las que los moradores de un mismo edificio apenas se conocen entre sí. Argucias comerciales al margen, de nulo efecto reivindicativo de la persona como sujeto diferenciado, el lenguaje al uso a este respecto, el de la cultura de masas, está contribuyendo, en el plano psicológico, en el proceso de despersonalización del individuo.  Me refiero al tratamiento adocenado por genérico, rayano en la descortesía, de referenciar a una persona diciendo que es “buena gente”. Tan pobre semblanza, que pasa por alto la singularidad personal y la remite a la pluralidad indiferenciada, no tiene más valor que el de mínimo común exigible como miembro de una comunidad en relación al normal comportamiento cívico.

Creo que la tendencia a globalizar al prójimo, a desproveerlo de sus señas de identidad, es consecuencia,  además de la derivada de la general superficialidad que el apresuramiento que la vida actual conlleva, del aumento de las relaciones a distancia, propiciadas por la tecnología de la comunicación. Aunque, al tiempo y paradójicamente, redes sociales como Facebook, Twiter, etc., sirven también para lo contrario, es decir, como medios de reivindicación  y manifestación de la identidad personal.

            La expresión, buena gente, lleva implícito, a mayor impropiedad, el contrasentido gramatical de aplicar el concepto de pluralidad (gente)  a un singular (persona); si bien el alma humana admite la formulación inversa, la de pluralidad de la persona por su riqueza expresiva y de comportamiento.

No soy partidario, pues,  de emplear el modismo, buena gente, para describir el conjunto de cualidades éticas y cívicas que definen a una persona, por cutre y falto de compromiso. De ahí  la irónica coletilla que compone el  título de este escrito: buena gente, y mejor persona.

 

 

                                     José Antonio Quiroga Quiroga  

 

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